Si te viera Schopenhauer /
Sergio Martínez

Cáceres ha estrenado esta semana ‘letras selfies’ en la Plaza Mayor y, cómo no podía ser de otra forma, en las redes sociales se ha levantado un intenso debate sobre la idoneidad de las mismas. No pensemos que Cáceres es muy criticona, si investigas y tiras de hemeroteca, te das cuenta que en Gijón o Vitoria también ocurrió un proceso parecido.

Esta idea de las letras turísticas no es nueva, ya que es una práctica habitual en muchas ciudades turísticas, que de esta forma se benefician del uso masivo de los smartsphones para crear una postal de la ciudad, una marca que viajará por internet y todas sus redes sociales promocionando Cáceres en el mundo.

El proyecto ganador, de las arquitectas cacereñas Elena Gil Fernández y Carolina Gil Rojo , nos deja siete grandes letras de hormigón de color amarillo en tres dimensiones que forman el nombre de la ciudad, el cual se puede leer por los dos lados. La idea es buena y, aunque es normal que un proyecto de este tipo cause suspicacias, el concepto es positivo y pretende aportar una experiencia al visitante y, además, proyectar la marca de la ciudad como objetivo final. Hasta aquí, chapeau.

El problema es que el proyecto tiene fallos en sus cimientos. Cuando hablamos de turismo, cuando hablamos de proyectar Cáceres , muchas veces se nos olvida que lo que estamos haciendo es construir una marca de ciudad. En las redes sociales se ha criticado mucho el coste. Error. 16 mil euros es una cantidad irrisoria para crear un símbolo, un icono de ciudad. Comparen el coste con las ciudades de Gijón y Vitoria, puestas como ejemplos estos días hasta la saciedad. Y resulta que la inversión de Cáceres es mínima y, de ahí, su resultado.

Primero por un motivo. Gijón y Vitoria reprodujeron sus logotipos para crear sus letras turísticas. Proyectaron la marca que ya tenían hacia el exterior. En Cáceres, hemos olvidado nuestra marca y hemos creado un nuevo monumento tipográfico en hormigón que no se vuelve a ver en ningún mapa, folleto, o información de la ciudad cuando visitas Cáceres. Y ahora me pregunto, ¿para qué se hizo hace seis años un concurso para crear un marca de ciudad?

Y segundo. El acabado es triste y sin personalidad, sin arraigo. Gijón construyó sus letras en Acero recordando su pasado industrial y utilizando el rojo, que es el color de la ciudad; Vitoria, por su parte, creó un jardín vertical, que también reproducía su logotipo, y apostando e incidiendo en el concepto de ciudad sostenible, de la que es bandera en toda Europa. Y yo me pregunto ahora, ¿por qué nosotros hemos optado por hormigón amarillo?

Así que para mi no es cuestión de dinero, sino de hacer bien las cosas y que las mismas tengan un porqué. No se trata de hacer unas letras por hacerlas, sino por un objetivo. Se trata de pensar, de  diseñar y ejecutar proyectos que hagan y creen una marca, una identidad. Y quién sabe si en Cáceres algún día, pensaremos antes de actuar.

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