Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

De buena mañana me coloco en mi peasso aparato de reproducción musical (“cadena musical”, así llamada por el vulgo mortal) La Indias Galantes de Rameau (Dijon 1683 – París 1764), en un disco (vinilo, vinilo y nada de cedeses), que en realidad son seis, ya que dicha obra dura la friolera de tres horas largas (bueno, algunas del pesao de Wagner duran cinco horitas y más), y decía un profesor de piano que acabó dando la vuelta al mundo (civilizado, dando la vuelta al mundo civilizado, que con su caravana no fue, y lo sé, ni a los valles de Ghandara ni a los de Fergana, por ejemplo, y él se los perdió), cuando nos conocimos, cuando yo empecé a estudiar canto en el Conservatorio García Matos de Plasencia, que para escuchar una buena canción (aria) en una ópera, te tienes que “comer” cuarenta que no están nada bien (aburridas). Digo, que de buena mañana me como (ñam-ñam) Las Indias Galantes de Romeau mientras ojeo códices (que he ido robando de maravillosas bibliotecas)…

Para ser miembro de la parte seria de la humanidad tienes que escuchar (y leer) cosas duras e hirientes

La Teseida de Boccaccio; miniaturistas, entre otros, Barthélemy d´Eyck (Arcita aparece al principio del libro vestido de negro, luto riguroso en señal de dolor por la partida y por la imposibilidad de no ver nunca más a Emilia). El Libro Del Corazón De Amor Perdido (¡qué título para l@s sufrientes, chacho!) de René d´Anjou; en el mismo, en una de las imágenes (iluminaciones) aparece un caballero ante una piedra que Kubrick, mucho más tarde, copiará para su Odisea En El Espacio 2001 (¡brutal!, la imagen del códice y brutal el film –que dio seriedad y profundidad de campo a la ciencia ficción). El Libro Negro De Oraciones de María Sforza; ¡puff!, poco más puedo decir de esta obra de Philipp de Mazerolles; sobre fondo negro, la liturgia Romana, oraciones y devociones. Y por último, El Libro De Horas Negro del cardenal Nicholas Yemeniz, que como el anterior, trata de liturgias varias y otras zarandajas católicocristianas iluminadas en increíbles colores (verdes, azules, rojos, dorados) sobre fondo diabólico (así se decía, que el negro era el color del maligno)…

Hace tiempo que dejaron de sonar los discos de Las Indias Galantes de Romeau. En un momento dado fui al ordenador, abrí el canal de youtube y busqué rap venezolano, Los Bichos, porque para ser miembro de la parte seria de la humanidad tienes que escuchar (y leer) cosas duras e hirientes, como hacía Monseñor Romero, San Romero de América, Mártir de la Justicia (hasta que le mataron los malditos facinerosos, sicarios del poder, de un tiro en la cabeza mientras celebraba la Santa Homilía).

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