Desde mi ventana /
Carmen Heras

Todos lo llaman Florentino, de tu por tu, pero tiene mucho poderío e influencia, mucha agenda. Es el Presidente del Real Madrid y en él adquiere forma la importancia del fútbol en España y en las sociedades contemporáneas. Ahora hay gentes en Guatemala en contra de la implantación de una de sus empresas allí…

El poder no siempre se representa de la misma manera. Hay toda una gama de matices, poderes pequeños, medios, superiores…como en los grupos jerarquizados. No siempre tiene qué ver con la estructura política. Yo diría incluso, que los hay mayores, cuánto más alejados están de ella. No veo yo tanto el del Presidente del Gobierno, si se entiende lo qué quiero decir. Tan expuesto y enjuiciado ante la opinión pública.

Porque a decir de quienes saben, el verdadero poder existe mayormente en la sombra, posiblemente para ser menos controlable. Le pasa lo que al dinero, que no va por ahí haciendo alharacas de lo que aumenta cada mes en algunos bolsillos, ni de lo que paga en impuestos. El rico, rico, es austero ante la opinión pública en cualquiera de sus escenificaciones, salvo casos muy concretos donde pretende epatar, o las ve necesarias para seguir incrementando el patrimonio.

A mí me parece que esta sociedad nuestra simplifica mucho. Por aquello de la rapidez y de la concreción. Lo mismo que en las clases académicas, donde todo son esquemas y diagramas fáciles para no molestar demasiado los intelectos de los chicos, no vayan a desgastarse con el esfuerzo.

Y en esa simplificación, nuestro mundo enaltece a algunos para darse el gusto de dejarlos caer, cuando lo considere. Elige dioses páganos a los que adorar y luego los «desintegra» fríamente, por aquello de las leyes del mercado. Los ensalza y los denigra con idéntica precisión.

Mal haremos en guiarnos por la norma, si deseamos mantener los equilibrios en el pensar, si optamos por no caer en la desesperanza continúa que la lectura de tantos episodios en la opinión publicada pueden hacernos construir. To er mundo no es malo. Supongo.

Cuando llegó la crisis auténtica, muchos (unos, expertos; otros, no tanto) buscaron chivos expiatorios. Sin discriminar. Y uno fue la clase política, tan visible siempre, protagonista casi absoluta de cuánto acaecía y sigue acaeciendo en el más pequeño pueblo de cualquier provincia, si nos guiamos por los informativos correspondientes. E incluso por los programas de ocio que descubrieron un filón en el narrar de las andanzas de los políticos invitados. Todo se comercializó, tanto como los déficits presupuestarios, objetos de encendidos debates, con la economía como reina absoluta de todas las tertulias. A los políticos se les tildó de supermanes, con poderes especiales que (han dicho) no quisieron emplear en el servicio de todos. Reos por tanto.

¡Menuda distorsión! A su vera, se ha dejado sin examinar los alrededores, las colateralidades, centros verdaderos de poder, que nadie se ha molestado en investigar.

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