evolucion_humana-3

Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Si todo marcha como es de suponer, la globalización terminará procurando un planeta organizado bajo un único poder, ante el que debe plantearse una época de exploraciones espaciales y de conquistas científicas que traerán consigo una segunda y profunda transformación de la entidad inteligente. Antes bestia, luego humano, después humanoide… ¿qué importa el nombre? Lo cierto es que hemos sacado de la animalidad a la bestia para convertirla en una unidad con un conocimiento mucho más amplio del universo. La nueva unidad no será desde luego —ni debe serlo— la persona. La proclama del humanismo a día de hoy es una necedad. La nueva unidad es planetaria, es esa totalidad que empieza a aparecer, como se ha demostrado.

Intentar comprender desde fuera lo que puede dar de sí la nueva etapa que comenzará sería tan inútil como si alguien del paleolítico, como si un Neandertal, se hubiera preguntado qué va a ocurrir con las agrupaciones de ciudades, los reyes, los ganados o la agricultura. No podía haber llegado a ver mucho mas allá de lo inmediato. El universo es inmenso y, por tanto, cualquier pregunta que intente transponer lo que podemos proyectar mentalmente es una necedad. No puede nadie asustarse de no saber adónde se va. Debería asustarse justo por lo contrario. Sencillamente se va mas allá.

En cuanto fuese asi, el número de personas en el planeta debería ajustarse al preciso para su funcionamiento y ser específicamente diseñadas para la optimización de sus funciones. En otras palabras, las personas del futuro puede que existan bajo pedido. Habría que evitar los stocks inservibles o contaminantes, pero, simultáneamente, habría que poder manejar el tiempo para hacer operativas masas de personas, si se precisan en un tiempo récord. Esto es semejante a pensar que estarían hibernando un máximo de personas especialmente diseñadas para realizar labores de máxima competencia, pero manteniéndolas en un nivel de metabolismo cero. En la existencia estarían solo aquellos que fueran «activados» al objeto de intervenir operativamente en el planeta. De la misma manera ocurriría con los bienes fabricados. No serían reales salvo por estricta necesidad. Existiría un banco de diseños en perpetua evolución, sin necesidad de realizarse. Las modas pasarían sin haber visto la luz. Las tendencias pasarían de moda sin haberse visto nunca. Se realizaría cuando hiciera falta, pero no podría dejarse a la realización la evolución. La evolución iría más rápida que la realidad. De modo que se producirían saltos en el futuro y ello implicaría apagar los modelos de anteriores generaciones para ser reemplazados por los de nueva generación. Y esta evolución irá mas rápido que la vida potencial de cada sujeto. De modo que la muerte será sustituida por el apagado. Y la vida entendida desde la unidad planetaria. . . de momento. El ser humano, tal como lo entendemos, ¿estaría a punto para dejar de existir? OMG

(extracto de ‘Urgando el desconocido’, de Orson Cortés)

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