La temperatura de las palabras
José María Cumbreño

Mientras escribo esto escucho a Juana Molina. Mientras escucho a Juana Molina y escribo esto me siento más cerca y más lejos de aquí.

Juana Molina es una cantante argentina cuya música me fascina. Lo que ella hace no es precisamente comercial, así que imagino que, de no ser por internet, jamás habría llegado a conocer su música. Desde luego, habría sido una pena.

No sé si internet es el centro del mundo, pero al menos nos permite, aunque sea durante un rato, sentirnos en él. Extremadura, todos lo padecemos, parece encontrarse a una gigantesca distancia de cualquier lugar. Incluso de sí misma. Sin embargo, gracias a esa máquina para viajar en el espacio y en el tiempo llamada internet, escucho a Juana Molina, a quien probablemente no hubiese podido conocer jamás de otra manera.

Algo parecido me ocurrió hace unos años con un poeta mexicano que, por aquel entonces, firmaba con el seudónimo de “Costa sin mar”. No recuerdo quién me habló de él. A mí lo de “Costa sin mar” no me despertaba mucha confianza, pero, en fin, como me fiaba del criterio de quien me lo había recomendado, busqué textos suyos en la red. Lo que encontré, ya desde el primer verso, fueron unos poemas que no tenían nada que ver con el tipo de poesía que había leído antes. Seguí devorando poemas suyos en un estado de deslumbramiento. Hasta el día en que empecé a buscar alguna forma de ponerme en contacto con él. Aquel “Costa sin mar” resultó que en realidad se llamaba Jorge Posada. Era mexicano. Había nacido en 1980. Y, sin duda, era un escritor extraordinario.

A partir de ese momento, nuestra relación (siempre virtual) fue fortaleciéndose. Incluso aceptó hacerme caso cuando, en un instante de insolente atrevimiento por mi parte, le sugerí que el libro que yo quería publicarle en Liliputienses lo firmase con su verdadero nombre.

A partir de ese momento, Jorge Posada se ha convertido en una de las personas más importantes de mi vida. Por fin pude darle un abrazo en persona el año pasado, cuando vino para leer en la edición anterior de Centrifugados. Jorge Posada ha vuelto a España hace unos días. Y encima el próximo viernes dos de marzo contaremos con el privilegio de tenerlo en Cáceres. Jorge leerá en la Biblioteca Pública del Estado, a las siete y media de la tarde, dentro de la estupenda programación del “Aula de la Palabra” que saca adelante la Asociación Norbanova.

Termina la canción de Juana Molina y termina este texto. El viernes espero que Jorge nos explique por qué “habitar un país es llenar de tierra una piscina”.

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