Reflexiones de un tenor /
ALONSO TORRES
Iba a hablarles, a escribirles a ustedes, sobre un reciente viaje, oniromántico (“uno no es lo que hace, ni tan siquiera lo que intenta, uno es lo que sueña”, conde de Siruela, scribit), a Alemania, tres semanas que acabaron en Helderheim en un curso de videocreación, pero eso sí que es otra historia. Mas la realidad circundante, atroz, que nos acomete, manda, y tengo que cambiar de tema o tercio, porque la gente es mú mala e ignorante, y mú cucaracha (que es como más suavemente llamaba a su madre, en algunos textos poéticos, el recientemente fallecido Leopoldo María Panero, <<tú lo que eres es una cucaracha / negra que apaga la luz>>), y ahora me explico, o lo intento, que por lo que está en mi mente, sé que me iré por las nubes (para no llamar a quien se lo merece, “hijoeputa”).
Aristóteles, maestro de Alejandro El Grande, proclamaba que “la maldad proviene de la ignorancia”
Holbach es uno de los grandes contribuidores a La Enciclopedia (¡¡¡Dios!!!!, me pregunto a veces qué sería de mis tardes-noches cuando paso de leer lo que en la mesita inglesa se me va acumulando sin una buena enciclopedia, pesada, tocha, moderna o antigua, vieja o desfasada, actual o no, para poder ir de un sitio a otro, de una entrada a otra, de un país a otro, de un malvado a un perverso, de una lista a una inteligente, de aquí para allá viendo dibujos, grabados, fotos y leyendo textos sin otra pretensión que ver las agujas del reloj pasar… soy muy rico yo), tenía pasta, el Holbach, por aquello de la herencia, y era un hombre preocupado por los tiempos en los que vivía, y reunió en torno a sí a Buffon, Rosseau, D`Alambert (je te aime) y Diderot, que presidía las tertulias y las reuniones en plan pope total. El aristócrata era un ateo de mucho cuidado, pero no quemaba iglesias (bah!), y dentro de su filosofía existía algo así como el “súper-egoísmo”, pero no entendiendo egoísmo como algo “malo” o contra nadie, sino que uno/a estaba solo/a en el mundo y que así iba a terminar, solo/a, y muerto/a (cachiendièh), y había que procurar la instrucción antes de espicharla para que la existencia sirviera para algo y no ser solo, como mantenía el anarquista de “Crónica del alba” (de Sender), <<un tubo digestivo>>.
Bien, Aristóteles, maestro de Alejandro El Grande, proclamaba que “la maldad proviene de la ignorancia”, y a una asociación de jóvenes, de niñ@s que se van al campo, buscan huellas, hacen vivacs, fuego de campamento, gincanas para ir aprendiendo, juegan, aprenden a respetar el entorno, a sus compañer@s y a l@s monitoras/es que con ell@s van, después de darles permiso (apalabrado hace más de un mes) para “ocupar” ciertas infraestructuras pueblerinas, los habitantes de este pueblo (pedanía, pedanía cercana a la maravillosa, hermosa, tranquila y carpetovetónica capital) han puesto el grito en el cielo, se le han echado encima a la alcaldesa (pedánea) y han dicho que “qué coño se les va a dejá náh a nadie, esto es nuestro, y además queremos hacer allí, en las mismas fechas, una matanza. A los niños que les den, nosotros queremos comé y bebé”, y l@s chavalas/es se han quedado sin acampada. Estos tiparracos (y la alcaldesa calladita, no vaya a perder el sillón pedáneo), de haber leído a Holbach, hubieran cogido lo del “súper-egoísmo”, seguro, por la parte peor. Malditos tubos digestivos por no llamarles hijoesputas.