51162719

Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

A veces la percepción de la realidad está marcada por la distancia en la observación. Cuando uno se mete en la vorágine de los días, en los paseos mecánicos casi industrializados, en las conversaciones alienantes procurando seguir la pauta marcada por los subversivos medios de comunicación (véase aquí el humor catovi), acaba dándose cuenta de que lo que tomábamos por novedad no es más que una rutina aderezada por cambios de escenarios. Cáceres es esa ciudad exasperante pero profundamente adictiva que sugiere siempre una vuelta atrás. Gran parte de nuestra generación puso tierra de por medio para realizarse profesionalmente más allá de nuestras fronteras, y aunque coinciden en señalar que las oportunidades aquí escasean, vuelven al terruño con la esperanza de que su estadía aquí no sea pasajera. Amigos que extrañan esta forma nuestra de ser tan de los Llanos, esa costumbre de medir la distancia en tiempo: no importan los metros que te separen de tu destino, importa más la gente que te encuentres por el camino. ¡Qué gran diferencia en la educación de las grandes urbes! Si en Madrid, por ejemplo, o Nueva York, alguien saluda por el mero hecho de intuir una cara conocida, casi con toda probabilidad nuestro anónimo interlocutor pensará que algo queremos obtener de él. Se producirá una desconfianza inmediata. Justo lo contrario que en esta ciudad nuestra. Si no nos paramos por la calle con algún conocido tomará con agravio tal acción, aunque tal olvido obedezca a algo tan poético como la distracción o las musas. Cada cual a lo suyo, menos en la calle, donde se practica el cacereñismo.

Y si nos vamos más lejos, allá donde las costumbres mediterráneas escasean, el choque cultural aún abre una brecha más amplia. En esas tierras en las que cambian palabras por susurros y sobremesas por tupper, es más fácil sentirse un bicho raro. La distancia nos permite darnos cuenta de cómo nos ven, dar un paso atrás para reconocernos en el espejo del multiuniverso. Entonces, cuando comparemos nuestras costumbres con los mecanizados hábitos de los demás, celebraremos lo singular del ser humano, que siendo de la misma especie pareciéramos oriundos de planetas distintos. ¿No es fantástico? Bendita distancia que nos ilumina con el conocimiento vetado a los eremitas que de tanto buscarse a sí mismo acaban encontrando más preguntas.

No tengan miedo a alejarse de lo que conocen, a perder esa llamada “zona de confort” para adentrarse en las trémulas aguas de la incertidumbre. Solo si navegan hacia playas lejanas acabarán divisando desde la profundidad del océano esa minúscula casa en la que creían tener la verdad absoluta, con la minúscula creencia de que la distancia solo se mide en metros.

Artículo anteriorSemana del 9 al 15 de febrero
Artículo siguienteCáceres Ciudad Premiada

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí