ACEVIN analiza el perfil del enoturista de las Rutas del Vino de España

Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Lo terminé, el buen puñado de relatos que conforman el libro de Maugham, “Viaje por la cuenca del Yangzi. Un abanico chino”, en La Cantera de la Frontera, mientras la Bruja Pájaro china hacía sonar (dentro y fuera de sí) un tambor a la vera del agua. Paró de tocarlo, piel de búfalo y madera de nogal (recuerdo cierta película de Clint Eastwood, en donde el protagonista, un predicador, dice después de darle una paliza con un palo a cinco matones, “no hay nada para solucionar problemas como un buen trozo de nogal”), digo, que paró de tocarlo en dos ocasiones, y es cierto que el sol se estaba poniendo (en una de las historias recién leídas se asegura que cualquier atardecer, por lánguido que sea, supera, con creces, al más espectacular amanecer) y que el tambor era, precisamente, “de sol”, como más tarde supe, pero no dejó de percutirlo por eso, sino por cambiar de ubicación; oí las pisadas y me gustaron, se elevaban desde la arena a las alturas.

Mi presencia sobre su cabeza, me hallaba en un pétreo balcón natural unos metros por encima de ella, no la incomodó. “Estaba conectada con el mundo de los espíritus”, fue lo primero que dijo cuando se dirigió a mí (yo no iba a hablarle, ella empezó), y me pregunté, “¿por qué no la he molestado, si he estado escuchando, en medio del silencio, y perturbándolo, con el móvil, la 8º sinfonía de Brucker en Do menor, La Apocalíptica, dirigida por Giulini, mientras ella evolucionaba en sus ritos y creencias?”, a lo que respondí, “porque cada uno ha ido a lo suyo”.

Caminó con pasos firmes hacia mí y con una sonrisa en los labios, en sus manos llevaba un bolso del que extrajo una pequeña botella, me la ofreció, al hacerlo fue cuando oí su voz (“¡joder!”, me dije, “tiene el mismo color que la del Sartoris aquel a quien Faulkner eliminó a la edad de veinticinco años, es como de ´banderas sobre el polvo`”), “estaba conectada con el mundo de los espíritus… y tu imagen me ha llegado”. En la botella había un turbio vino dulce, bueno y reconfortante. Tras el trago me abrazó como lo hacen los pájaros al viento, y dijo en apenas un susurro, “no eres un alma joven, vienes de lejos, de antiguo, y te doy las gracias por formar parte de mi camino y aprendizaje”. Quedé perplejo, soy cartesiano y pienso a menudo en Nietzsche, en aquello que dijera sobre el error de la historia de la humanidad, y esa bella mujer me hablaba de antigüedades, de lejanías y de almas, en fin, como escribiera Karen Dinessen, <<Dios es grande, Msabu, y juega con nosotros>>, y me gusta este juego llamado vida, que por cierto, como mantiene el mejor profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, Isidoro Reguera, “es la patria del ser humano”.

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