Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

Preguntaba cierta cantante (y actriz, y musa, con nombre de miel y apellido de latigazo) alemana, reinterpretando una maravillosa y hermosa tonada de aquellas tierras (por cierto, durante las navidades, entre otros, me he papeado, “Carlota en Weimar”, de Mann, libro que adquirí por el irrisorio precio de un euro en una tienda solidaria –se venden juguetes y libros- que se encuentra en El Pasaje Norba, ¿se puede ser más CaToVi que El Pasaje Norba? –lo de nombrar a Mann viene a cuento porque la actriz que se preguntaba “cosas” era alemana, y él también, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Pucelaaaaa, pues eso, lo nombro, a don Thomas, porque en estas señaladas fechas, afortunadamente ya pasadas, me ha procurado solaz y alguna que otra sonrisilla), digo, que se preguntaba Marlene Dietrich que dónde estaban las flores, y las flores, querida, o querido, están podridas, y se pudren porque no somos condenados (hay quien no cree en ningún tipo de condenación –no hay futuro, no hay redención, y si no hay redención, por lo tanto, no hubo pecado-) por nuestras faltas mayores, sino por las nimias…

Mi psiquiatra (no es que tenga yo la guasa, y la pasta, de tener psiquiatra, no, “el psiquiatra” es uno de mis muchos personajes –Barbarita me ha dicho que de “personajes, mi niño, nada de nada, son alter-egos tuyos, ¡tremenda pinga tienes en el celebro!”-) se ha levantado esta mañana y ha visto la luz, o una lucecita, que los absolutos no nos son (ni a él, ni a mí) para nada creíbles. Escuchando la sinfonía “Resurrección”, de Mahler, y cuando venía de algo tan prosaico como el w.c., se ha dado cuenta de que el cuadro “Canon”, de Dino Valls (que cuelga en la pared de las escaleras de la subida a su habitación), debe ser vendido, ya no es “suyo”, ya no le afecta.

El Psiquiatra se pregunta mirando (los psiquiatras de las novelas y de las películas suelen ser gente adinerada, y este, mi alter-ego, lo es, y mucho -es copropietario de una galería de arte, escribe en periódicos y revistas, tiene un programa en cadena privada de televisión, da conferencias…-) por la ventana que da al jardín posterior de su amplio y moderno chalé, “¿por qué lo he conservado tanto tiempo?”, se refiere al cuadro que ahora quiere vender, y aunque no encuentra una respuesta racional (“abandonarse a las fuerzas irracionales del inconsciente es adentrarse en el fascismo”, Malcolm Lowry, scribit), admirando/contemplando su anárquico jardín, pronuncia a media voz el dicho japonés, “si quieres ser feliz unas horas, emborráchate; si quieres ser feliz tres años, cásate; pero si quieres ser feliz toda la vida, cuida un jardín”). “Creo que no me di cuenta de que lo tenía”, con la taza humeante de Aspalathus Linearis (rooibos) en la mano, se gira, mira hacia el cuadro, y entristecido, piensa, “por eso seré condenado, porque había olvidado su retrato”…

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