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Pantalla /
Eduardo Villanueva

Con una escena de apertura brutal, que marca el tono de intensidad que reviste toda la película, podemos asegurar que ‘Sicario’ es la consagración del cineasta canadiense Denis Villeneuve. Y no será porque no lo haya demostrado ya con ‘Incendies’, ‘Prisoners’ y ‘Enemy’, pero esta es quizás su película más comercial (sin que eso suponga nada peyorativo) y el gran ritmo que imprime a la cinta, la convierte en un thriller de acción apto para las masas.

De hecho, el pulso narrativo de la película, la ajustada edición de sonido y la magnífica fotografía de un maestro como Roger Deakins, que arroja luz a la oscuridad de las cloacas del tráfico de drogas entre México y EE UU.

Pero la cinta no se conforma solo con ser un preciso thriller de acción, sino que desborda tensión e inquietud en cada secuencia, dotando a sus personajes de profundidad y altura de miras.

En ‘Sicario’ Villeneuve desmonta a la CIA y provoca que la historia navegue entre la exposición del narcotráfico que hacía ‘Traffic’ de Soderbergh (con ese mensaje de futilidad que hay detrás de la lucha contra el narcotráfico) y la acción hiperrealista de ‘La noche más oscura’ (‘Zero Dark Thirty’ de la Bigelow).

Su montaje es tan fino que resulta hipnótico, y las interpretaciones están a la altura de un gran diseño de producción, sobre todo la de Benicio del Toro, que con esa mirada turbia es capaz de aportar un aura de misticismo y terror al personaje clave de esta cinta, que se destapa sobre todo en la calculada escena final.

Y de esta forma, ‘Sicario’ se convierte, casi sin pretenderlo, en el mejor reportaje ‘periodístico’ sobre el trabajo fronterizo contra los cárteles de la droga. Una crónica que documenta a la perfección la brutalidad que se vive en la frontera entre México y EE UU, donde la línea entre lo legal y lo ilegal se bordea constantemente y sin cortapisas.

Hace falta tener un pulso especial para rodar un thriller fronterizo con este brío e intensidad, y además lanzar el coherente mensaje de que la guerra contra las drogas no es una batalla de malos y buenos; básicamente, porque (casi) todos son malos. Como malas son las técnicas y políticas empleadas para atajar un problema, que a lo largo de las últimas décadas no ha erosionado ni el consumo, ni el narcotráfico. Una guerra equívoca; una guerra inútil ¿Merece la pena?

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