Archivo.

calles-de-navidad-548

Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Me piden los amigos el pequeño artículo semanal y estoy hecha un lío. ¿De qué hablar? ¿De las viejas y nuevas peleas políticas dentro y fuera de los partidos?, ¿de las cenas y competiciones solidarias tan de moda hoy en día?, ¿de las luces navideñas?, ¿del fin de semestre en la universidad?

Tengo a veces (supongo que a ustedes les pasa lo mismo) la sensación de estar repitiendo las mismas cosas. Y de manera continuada. Debe ser difícil para los profesionales preparar una página en blanco con asuntos diferentes todos los días.

Cuando por la tarde, uno pasea la ciudad, uno divisa las mismas imágenes. Las pequeñas obras, el paseo de las gentes, el entrar y salir de los establecimientos. Es Navidad, nos dicen, pero yo noto tristes a las personas, o indiferentes. Escépticas, tal vez. Son los niños los más ruidosos y eso que ayer el tiovivo del parque estaba vacío y los nuevos juegos de Cánovas se muestran peligrosos para la seguridad infantil.

Con esto de que los tiempos son digitales, parece que algunos entienden que toda la realidad es virtual y los vecinos viven en ese mundo

Cáceres está oscura y eso a pesar de las guirnaldas de luces colgadas en los sitios de mayor tránsito. Es lo que tiene el momento, la consabida crisis y las circunstancias. La mayoría de sus ciudadanos optó por opciones políticas que priman el individualismo frente al interés general y eso se nota. Porque todo tiene que ver, vaya si tiene! La mayoría optó por el ahorro a ultranza del dinero empleado en lo público y eso se ve en la ausencia de determinadas inversiones, la mayoría optó por «lo de siempre» como muestra de querencia de «lo propio» y eso se percibe en la planificación de los actos oficiales de la ciudad, en la predilección por las actividades correspondientes a las que haría un pequeño entorno provinciano de principios del siglo XX. Entorno del que los más jóvenes escapan, a veces porque quieren, a veces obligados por la falta de opciones de vida. No hay liderazgo, ni directo ni subliminal, y eso es francamente palpable.

Desde luego que es necesario hacer algo, todo menos claudicar. Acaso porque la inteligencia de muchos no se ha perdido. Solo está guardada. Una inteligencia que nada tiene que ver con la que organiza esas fanfarrias que, día si y día no, nos enseñan algunos gobernantes. Convencidos de que sus conciudadanos son tontos de profundidad y van a acudir al trapo rojo de sus ocurrencias. Ocurrencias para todos los gustos, hábilmente publicitadas, como la de la venta de patrimonio de la Junta de Extremadura y que a mi me tiene literalmente patidifusa. No me imagino a la jerarquía de la iglesia católica vendiendo al «turuntuntún» sus edificios y haciendo propaganda ruidosa de ello. Será por su sabiduría y por su conocimiento de la «liturgia»…

Ahora, con esto de que los tiempos son digitales, parece que algunos entienden que toda la realidad es virtual y los vecinos viven en ese mundo. Pero resulta que no. Ni en lo físico ni en lo psíquico. Ni en lo afectivo. Porque la gente con sentido común vive en lo real, en lo palpable y concreto.

De verdad, o rebobinamos o nos convierten a todos en actores dramáticos. Eso si, sin sueldo, ni  goyas.

Artículo anteriorNos ha nacido dios (bueno, varios de ellos)
Artículo siguienteCuidar al cuidador

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí