«Hay que procrastinar. Cuanto antes, mejor» o «vendo pájaros en la cabeza». Podrían ser las frases que alumbran un buen relato, pero no, son tuits extraídos de la cuenta personal del cineasta Rodrigo Cortés (Concursante, Buried, Red Lights). Cortés lleva ya varios meses girando con su primer libro («A las 3 son las 2»). Un libro que está relacionado con el universo del microblogging.
«El libro no es redondo, es cuadrado. Y si lo regaláis, no tenéis ni que leerlo». Rodrigo Cortés está acostumbrado a enfrentarse al público. En esta ocasión, recala en Plasencia (acompañado de su editor) para presentar en la librería-café La Puerta de Tannhäuser su última creación. No es una película. Es un libro. Pequeño, manejable, de fácil lectura. Como es un cineasta insensato (por pura ignorancia), Cortés ha decidido trasladar su particular universo creativo a un libro. Y venderlo allí donde haga falta.
«Aquí Rodrigo Cortés. En 90 minutos todos muertos». Con este tuit debutaba Cortés en la red social hace ya varios años, donde ahora cuenta ya con casi 40.000 seguidores. El libro en cuestión surge a partir de la cuenta de Twitter del propio Cortés, que asegura que se vio forzado a iniciar un perfil en Twitter cuando estaba promocionando Buried (luego llegó Red Lights, su última película hasta la fecha). «Abrí la cuenta con la intención de seguir con la promoción de Buried, pero a los cuatro días ya estaba utilizando mi perfil con una intención totalmente diferente. No era capaz de convertirme en un hombre anuncio y usar mi cuenta solo con voluntad promocional» explica este director gallego, criado en Salamanca.
Así, lo que comenzó siendo una herramienta promocional, se convirtió pronto en un taller literario; un laboratorio de ideas. «Hay algo que me atrajo de Twitter desde el primer momento como herramienta creadora que es: su carácter restrictivo». La red social de microblogging cuenta con una limitación de 140 caracteres por cada tuit. «Aunque sea paradójico, creo que las restricciones son un acicate para la creatividad» asevera Cortés, que —entre risas— suelta: «yo trabajaría muy bien con censura, porque es el clima perfecto para el creador». E insiste en este aspecto, subrayando: «cualquier restricción, por arbitraria que sea, es perfecta para fomentar el espíritu creador». Una especie de gimnasia mental… Una gimnasia que Cortés practica a diario lanzando tuits como: Se quitó una cosita del ojo. Pero se le quedó el rencor. #microcuento
Cortés, socarrón por naturaleza, se lo toma en serio: «trabajar con este tipo de restricción se parece mucho al lenguaje poético». Se trata de «comprimir un texto, capturando estrictamente su ADN; seleccionando las palabras con un proceso casi homeopático. De depuración. Es decir, en el lenguaje de Bukowski, podríamos resumirlo como escribir lo que a uno le sale de la punta de…». Vuelve la socarronería, para volver a ponerse serio segundos después y agregar que «fueron las greguerías de Gómez de la Serna las que me hicieron entender el lenguaje poético».
Poeta o no, Cortés ha demostrado que es un cineasta con nervio. Hablamos de cine: «ser director de cine es una constante lucha contra el tiempo, porque hacer una película es una improbabilidad estadística», asegura. De ahí, el título, «A las 3 son las 2», que refleja una de sus obsesiones: el tiempo. Le preguntamos por Robert De Niro, al que dirigió en Luces Rojas. Pero eso prefiere no hablar. Le incomoda. No es Cortés un cineasta (ni siquiera un cinéfilo) adulador. Pero se lo toma a guasa.
Vuelve al libro. Señala que no es una mera recopilación de tuits. Son píldoras poéticas, humorísticas, reflexivas que buscan «suspender el tiempo un instante». Insistimos en el cine. Le preguntamos por su próximo proyecto. «Diseminar información antes de que realmente empiece a rodarse un proyecto es una inutilidad» asevera. «Con los proyectos, al final, aprendes a ser muy cauto y a trabajar bajo el radar».
Que nadie se acerque a la cuenta de Twitter de Cortés (@rodrigocor7es) con la intención de buscar datos, informaciones, etc, referentes al director de cine. No las encontrará. No es la cuenta de James Cameron, es una especie de «acceso a mi subconsciente».
Eduardo Villanueva /