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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Aún colea la entrevista que Pedro Sánchez – defenestrado líder del Partido Socialista tras un Comité Federal que poco pudo envidiar a las sagas de Saw, La noche de Halloween y La matanza de Texas – ofreciese en Salvados. Ante las preguntas de Jordi Évole, que demostró ser más hábil que el dicharachero ex Secretario General, Sánchez admitió lo que mucha gente sospechaba pero que nadie se atrevía a formular en público, por lo menos nadie que perteneciese a la “buena sociedad”: que una operación capitaneada por el grupo Prisa y por César Alierta impidió la formación de un gobierno alternativo a Rajoy.

Felipe González o Rubalcaba, hoy feliz miembro del consejo de administración de El País, junto a otros importantes ex dirigentes del PSOE, barones regionales, grandes empresarios y todos los editoriales del periódico del añorado Jesús (del gran poder) Polanco han apostado desde hace tiempo por la gran coalición o una abstención que permitiese al PP formar gobierno. Y del mismo modo han defendido la necesidad de neutralizar a PODEMOS, partido que se juzga muy peligroso para sus intereses. Las hemerotecas están ahí y dan cumplida cuenta de que, efectivamente, ha existido una operación al objeto de impedir que Pablo Iglesias pueda controlar ministerios claves del Estado. Es una opción legítima; más aún, no podemos esperar del Grupo Prisa que vaya en contra de sus propios intereses: Telefónica, HSBC, Caixabank, Santander controlan las acciones de la empresa y seríamos ingenuos si creyésemos que los grandes empresarios de este país son hermanitas de la caridad que creen en la distribución de la riqueza o en las subidas de impuestos al Capital.

Otra cosa es ¿qué pasa con el periodismo independiente en este país? A veces, cuando uno cuestiona el papel de los grupos mediáticos en nuestra democracia se quiere leer un ataque al periodista; escondiendo de paso el nivel de precarización que existe hoy en nuestros medios, la situación de debilidad a la que se aboca a los profesionales y la actitud de los directores de ciertos espacios imponiendo su opinión y sus intereses a un tratamiento objetivo, crítico e independiente de la información que se quiere publicar.

El propio “El País” ha despedido a decenas de colaboradores, articulistas y periodistas con una larga tradición pero que no aceptaban las reglas de juego que imponía Juan Luís Cebrián, antiguo censor de la TVE del régimen y que inició su andadura amparado por el apellido de una ilustre familia franquista en publicaciones como Pueblo e Informaciones. Su perfil y andaduras han sido oportunamente descritas por Gregorio Morán en el magnífico trabajo “El precio de la transición”.

Pedro Sánchez dice hoy lo que negó ayer con vehemencia, cuando aún detentaba los máximos cargos en el PSOE. Desde la caída de Saulo de Tarso camino de Damasco, no asistíamos a una conversión tan espectacular.

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