“Entre todos la mataron y ella sola se murió”. Nadie parece acertar con el detonante que ha precipitado los hechos, aunque este escenario se venía intuyendo desde hace tiempo entre los círculos periodísticos.

Pedro J. Ramírez, ese periodista incisivo e incómodo, el mismo que años atrás fuese expulsado de ‘Diario 16’, el mismo que protagonizase el escándalo sexual más famoso de la peor versión de esa España morbosa y cotilla, ese mismo PedroJ ha abandonado la dirección de ‘El Mundo’, el único medio que en estos momentos cumplía con su objetivo de destapar escándalos, molestar al poderoso, y buscar la verdad.

Su tratamiento del caso Bárcenas ha sido fundamental para que la justicia indagase la supuesta financiación ilegal del Partido Popular, su posición nada condescendiente con la realeza (ya sea majestad o infanta) le habían convertido en un personaje perturbador para los que prefieren toros mansos.

Las redes ardían la semana pasada con su destitución. Nadie quería afirmar que existía una mano negra detrás de su cabeza cortada. Asomaban cuestiones económicas y pérdida de rentabilidad de la cabecera. Muchos rumores, pero ningún asunto cierto. Hasta que el mismo PedroJ lo corroboraba: “que mi destitución ha tenido condicionantes políticos no se le escapa a nadie”.

Bien es cierto que un medio de comunicación es una empresa y, como tal, se debe a su cuenta de resultados. Y el ya exdirector hacía mucho tiempo que había dejado de ser rentable para el grupo editorial. Mucho más periodista que comercial, los números han acabado ganando la batalla a las palabras.

Y más números. Los casi tres millones de niños en España en riesgo de exclusión social debido a la crisis y los recortes. Este es el gran titular que presentaba en su informe ‘Save the Children’. Al mismo tiempo que De Guindos agachaba la cabeza en Bruselas para recibir esa palmadita en la espalda que nos felicita por el esfuerzo pero nos recomienda “seguir con los esfuerzos porque vamos por el buen camino”. Una senda que para algunos es mucho más sencilla gracias a sus grandísimos emolumentos, como pudimos comprobar en el especial de ‘El Objetivo’, el espacio que conduce Ana Pastor, otra víctima sacrificada para contentar al sistema. ¿Palabras o números? Desgraciadamente, más bien lo segundo.

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