Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco
Omar Mateen segó la vida de 50 personas por el simple hecho de que éstas eran homosexuales, un crimen a sus ojos. Armado con un fusil de asalto, llegó de madrugada a una discoteca donde se celebraba un baile latino con motivo del Orgullo LGBT en la ciudad de Orlando y comenzó a disparar.
Omar Mateen era homófobo. También machista. Las dos cosas suelen ir de la mano.
El crimen brutal de Orlando es un caso extremo de LGBTfobia, pero incluso aquí, en nuestro país, donde disfrutamos de derechos conquistados gracias al trabajo y las luchas de los colectivos LGBT, hemos asistido en estos últimos años a un incremento de la violencia hacia las personas gais, lesbianas, bisexuales y trans. Nuestra mayor visibilidad nos expone, sin duda, pero la opción de regresar a los armarios y vivir escondiendo nuestra sexualidad y afectos es una opción sencillamente inaceptable: sería el triunfo de quienes se mueven por odio, por ignorancia y por prejuicios.
Los homófobos se van gestando en aquellos grupos o confesiones que inculcan entre sus adeptos que una persona, por el simple hecho de querer a otra persona de su mismo género, es un “enfermo” o un “degenerado”. Estas definiciones, habituales en el acervo verbal de algunas de nuestras jerarquías eclesiásticas, terminan por servir de justificación al violento que, convencido de que somos enfermos, cree que es su obligación sanarnos a pedradas.
Un 17 de junio de 1969 salieron a la calle centenares de gais, lesbianas y trans en Nueva York para protestar contra una incursión policial en el bar de ambiente “Stonewall”: fue el primer Orgullo. Orgullo de nuestro ser y nuestro sentir y exigencias de derechos y libertades. Necesitamos celebrarlo porque la homosexualidad sigue siendo delito en 80 países, porque en Europa sigue habiendo agresiones motivadas por nuestra orientación sexual, porque sigue habiendo desequilibrados capaces de perpetrar un crimen como el de Orlando.
Por ese motivo, este 2 de julio de 2016 en Madrid, quien escribe esta columna, volverá a participar en la Manifestación del Orgullo, codo a codo junto a miles de hombres y mujeres, porque sé que nos va en ello nuestras libertades y derechos. Y saldremos a la calle para honrar la memoria de las 50 personas que fueron asesinadas en Orlando.