El filósofo alemán, Karl Marx, dijo en uno de sus escritos aquello de que “la religión es el opio del pueblo”. Se refería, sin lugar a dudas, a la necesidad que tiene el ser humano de confiar en una divina providencia para descargar la responsabilidad de sus propios actos. Y más allá: el alineamiento ideológico que fomenta la pertenencia a un grupo, sea de rectitud moral o de desviación patológica. Si Karl Marx hubiera sido testigo con el paso de los años del auge fulgurante del deporte del balompié hubiera rectificado su famosa aseveración a favor de las pasiones que levantan los Cristiano, Messi o Neymar de turno. La gente necesita creer en algo como vía de escape. Hoy en día el fútbol para muchos millones de personas es su razón vital. Un reportaje de la semana pasada sobre la evolución del fútbol desde las primeras prácticas de los aztecas hasta el deporte tal y como lo conocemos actualmente, nos arrojaba un dato que nos da idea de la dimensión que tiene: si todos los aficionados se constituyeran como nación, sería la cuarta del mundo en volumen de población.
Sin embargo, —como los somníferos cuando se mezclan con alcohol— la combinación de fútbol y medios de comunicación tiene efectos obnubilantes. Retazos de información en telediarios que dedican la mayor parte de su tiempo a hablar de amoríos de futbolistas o de sus atrevidos peinados; declaraciones de los amigos de sus vecinos que afirman taxativamente que le perciben “ligeramente alicaído” porque juega pocos minutos. Todo gira en torno al mundo del fútbol, —y como si fuera el principio de Arquímedes— el volumen de un cuerpo al sumergirse desplaza esa misma cantidad de agua. Esto es, la repetición produce alineamiento, provocando que cambiemos nuestras prioridades haciendo pasar como sustancial lo que es del todo accidental. Esto mismo está ocurriendo en el Mundial recién comenzado en Brasil. Mientras miles de personas se manifiestan contra el derroche del gobierno de Dilma Rousseff en esta cita efímera, los equipos se concentran como si nada en llegar lo más lejos posible para recibir las más altas primas que reconozcan su esfuerzo. ¿Pero no son profesionales bien remunerados? ¿Se imaginan ustedes que recibieran gratificaciones por hacer correctamente su trabajo?
Lo que queda patente en Brasil 2014 es que hay una sociedad que se centra en el estruendo de los fuegos artificiales y otra que sale a la calle a protestar por lo que realmente puede mejorar sus condiciones de vida, como es la sanidad, la educación o las infraestructuras en transporte. El jueves pasado la selección anfitriona, Brasil, derrotó a Croacia en el partido inaugural. No es de extrañar que si ‘la canarinha’ sigue hacia delante y consigue alzarse con la Copa, los problemas serán más llevaderos, y aunque haya que dar los mismos tragos, el regusto del fútbol aliviará la acidez de la ingesta.