Cuento-la-verdadera-riqueza

Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

Hace ya un tiempo, mi hermana María me invitó a reflexionar sobre el peligro que entrañaba el uso de las palabras “absolutas”, dándome a entender que estas palabras estaban cargadas de injusticia. Generalizar es peligroso y, al incluir estos vocablos en el discurso o en la simple expresión coloquial, cometemos un error frecuente: asignar al “todo” una cualidad de la “parte” que, por regla general, es prácticamente imposible que se repita constantemente y afecte a la totalidad de lo aludido o al conjunto de lo mencionado. Me refiero a las palabras: “todo”, “nada”, “siempre y “nunca”.

En la relatividad de las cosas, en los puntos de vista, en los matices, en la diversidad, se halla la riqueza de la vida. Si “todo” fuera de una manera u otra y no hubiera “nada” distinto, la vida seria en blanco y negro puro (contrastado y “quemado”) y nos perderíamos no solo la gama de grises; nos perderíamos los colores. Por eso, cuando escucho opiniones rotundas, inflexibles, “verdaderas” y cargadas de palabras “absolutas”, me echo a temblar. Estas afirmaciones sin posible discusión y excluyentes de cualquier réplica, curiosamente, suelen ir trufadas de generalizaciones y, lo que es peor, descalificaciones. Quien piensa en negro desprecia y no ve el blanco (y viceversa).

La ambigüedad, la duda, las imperfecciones, las aproximaciones, hacen más entretenida y vital la existencia. Las contradicciones o los cambios de opinión solamente caben en mentes abiertas y lejanas al “absolutismo”. Tan solo en estas personas entra libre el conocimiento y el aprendizaje. Nada más que en las mentes de individuos que fluyen entre los matices del gris y de los demás colores cabe la imaginación, la libertad, la creatividad y, a la postre, la felicidad.

Y reflexionando más allá de lo que he escrito, aprecio la tendencia -mía también- a utilizar mal el idioma. Sin yo quererlo (porque estoy tratando de manifestar que estoy en contra) he sido rotundo en mis afirmaciones y he excluido del ideal de felicidad a los tozudos, listos, cabezotas, orgullosos, vanidosos, petulantes, obtusos, criticones, integristas o demás personal intransigente y poseído de la verdad. Ay, ¡qué difícil es hablar bien! (y no digamos escribir).

Termino con dichos que quitan hierro al asunto y, como de costumbre, ponen en evidencia mi tendencia a hacerme el graciosillo: “ni chicha ni limoná”, “entre Pinto y Valdemoro” y “pa ti la perra gorda”. Podría seguir dando ideas para cerrarle la boca a cualquier “absoluto o absolutista” pero llegaría a ser muy cansino. Lo dejamos para otro día, ¿vale que si?

 

Artículo anteriorSobre el tiempo
Artículo siguienteBrillante porvenir

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí