Historias de Plutón /
JOSE A. SECAS

Creo que ya ha llegado la hora de hablar claro y de tomar partido. Quizás sea porque cada vez más gotas rebosan el vaso de mi paciencia y porque las tragaderas ya se me han saturado totalmente o porque, como decía en mi última colaboración en estas páginas, me siento obligado a actuar conforme a mi consciencia. Ya basta. No creo que vaya a sumar mucho más si mantengo mi posición de buenrollismo y hago el dontancredo ante la situación social, cultural y económica que me rodea. Ya no puedo seguir reprimiendo las ganas de dar un puñetazo en la mesa y dejar claro lo que pienso. No es de recibo permanecer impasible y en silencio. Voy a ello.

Me marqué un objetivo claro en mis escritos, tanto en las redes sociales como en los artículos de opinión o en las conversaciones cara a cara: no entrar en polémicas y evitar opinar sobre fútbol, religión y política. También decidí no quejarme, no juzgar  y no criticar pero, en sintonía con mi espíritu contradictorio, veo que predicar el buen rollo y el amor y callarme con respecto a la estado actual de mi mundo y de mi sociedad no deja de ser un acto cobarde del que, ahora, me estoy arrepintiendo. Voy a enmendarlo. A partir de ahora quisiera hacer una lectura (particular y personal, como todo lo que puedo llegar a expresar) de la realidad lo más objetiva posible y, conforme a mis convicciones y mi criterio, aportar soluciones y proponer acciones. Este cambio de actitud, como casi todo lo que nos va ocurriendo en nuestra vida, es fruto de un proceso donde se acumulan experiencias y sentimientos y ahora, en justa correspondencia con mis valores, pretendo expresar para luego actuar en consecuencia.

Mi amigo Ricardo Baquero, hace más de 25 años, predijo que la próxima guerra mundial no enfrentaría bloques, países, culturas, religiones o banderas; la próxima guerra será la que le hagan los pobres a los ricos. Cada vez estoy más convencido de que así va a ser y que, si los ricos no lo remedian, estamos condenados a pasar por ese trance. No sé si seré yo quien arrime sacos a las barricadas o serán mis hijos o mis nietos pero, de lo que estoy seguro, es que la deriva de nuestro mundo hacia esa terrible polarización donde unos pocos acumulan y someten a muchos millones, no puede acabar bien. Aunque ellos tengan los medios: control de la economía, de la información, de los alimentos, de la tierra, etc.; los ricos son y siempre serán menos que los pobres y, cuando se desate la ira y los vasos de muchos millones hayan rebosado con las gotas de explotación, esclavitud encubierta, mentiras y manipulaciones; entonces, la guerra será imparable y nos sumiremos en el caos más terrible…

Me resisto a enfrentarme a ese destino y me agarro, como a un clavo ardiendo, a la única condición que he puesto para que esto no ocurra: que los ricos se den cuenta y empiecen a distribuir la riqueza, a compartir, a ser solidarios y a considerar a los semejantes como eso, como iguales que merecen, no más ni menos: lo mismo que tu y que yo. A esa tarea quiero sumarme y me abro a la colaboración y al activismo. Secundo propuestas justas y revolucionarias, apoyo la desobediencia civil, me uno a la solidaridad necesaria para con los más cercanos y espero, amigo, que tu hagas lo mismo porque no podemos seguir aguantando tanta injusticia. Ah, no creas que porque tienes un coche, un trabajo (todavía) y medio pagada la hipoteca eres rico. No te equivoques. Los verdaderamente ricos son cuatro gatos que saben muy bien lo que hacen y cómo usar a la política, por ejemplo, en su propio y único beneficio. Vamos a por ellos. Se van a enterar.

 

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