Dudas de papel /
GOYO TOVAR

Un buen alcalde se distingue porque cada día modifica la ruta que le conduce desde la casa suya a la consistorial y deshace el camino de forma distinta, desde la casa de todos a la propia; así, a lo mejor observa y detecta las vidas diversas que conforman la convivencia,… o las diversas muertes que edifican la penuria. Así creo también que un buen paisano debe contar lo que la ruta muestra.

Era el día del ánimo duplicado: a la alegría tonta de la cosa de reyes mágicos se unió el engaño mercantil de la primera jornada de rebajas. Yo había acompañado a mi moza al dentista y allí la dejé porque me pareciese que los dolores dentales tienen remedio con anestesia mientras que los dolores de la calle conviene compartirlos al menos con la observación directa. Un señor como de mi edad se acompaña de un letrero que dice que lo mismo acepta limosna que trabajo; o sea, que no necesita levantar la bandera blanca de la humillante rendición. Tiene al lado de sus rodillas una gorra boca arriba donde sólo mueren dos monedas de 20 céntimos y una de 5 céntimos… dudo si será la muestra más adecuada para mover voluntades viandantes.

Antes de que la impresión del primer mendigo se difumine, aparece la lastimera figura de otra persona mendicante. No muestra harapos ni pelos malos, tiene un paisaje global tan normal que dudo si no será un becario periodista de estos que se disfrazan de menesteroso para descubrir dónde está la norma.

Sigo bajando hacia la plaza y observo que es ahora la calle que mendiga. Nadie compra. Los comerciantes fuman en la puerta el cigarrillo y ven pasar al personal. Entro en lo que fue joya de calle: Pintores. La pobreza de la luz del atardecer nublado sirve para decorar mejor la tristeza. Lo que antes fue jolgorio de prisas, bolsas, sonrisas y bullicio, ahora muestra sucia humedad, puertas cerradas, grafitis cerdos y gente que transita dolida. Tan solo yo me veo andar con la parsimonia del penado y, si miro las casas por encima de los rótulos de las escasas tiendas abiertas, se retrata el abandono cruel y la insultante falta de ornato que invade incluso a la hermosísima fachada del edificio que la Diputación tiene en la calle, pues la bandera regional se destroza sola de pena.

Dudo si esto es la crisis o la gestión infecta de la crisis.

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