Con ánimo de discrepar
Víctor Casco

Un breve repaso a las distintas conversaciones, cintas y grabaciones filtradas durante estos últimos años nos enfrenta, de golpe y sin posibilidad de eludirlo, con un lodazal: un Presidente de Diputación presumiendo de cacique bueno; un alcalde contando el dinero de comisiones ilegales; empresarios y políticos celebrando con un “bolquete de putas” los últimos contratos amañados; precios inflados por obras públicas para repartirse los beneficios… Añadamos las últimas revelaciones del ex comisario Villarejo, epítome de lo que se ha dado en llamar “las cloacas del Estado”: un jefe de Estado, golfo y venal, llamado Juan Carlos I, que empleaba testaferros para evadir en Suiza las comisiones ilegales que cobraba por mediar entre empresas españolas y las monarquías absolutistas de Arabia Saudí; una Fiscal de la Audiencia reconociendo haber visto a jueces y compañeros con menores de edad en un viaje a Colombia o el propio ex comisario admitiendo que contaba con una brigada de prostitutas para sacar información de empresarios y políticos… El lodazal, la podredumbre, lo infame.

Villarejo está chantajeando al Estado, cierto, pero aquí debemos señalar que es aún más grave que un Estado pueda ser chantajeado. Ese, el chantaje, siempre ha sido el delito perfecto, porque verdugo y víctima son culpables.

El chantaje, siempre ha sido el delito perfecto, porque verdugo y víctima son culpables

Villarejo, empecemos a dejarlo claro, ha sido el fruto de años de gobiernos (de uno y otro signo) que nunca quisieron cortar de raíz con un poder judicial, empresarial, policial y mediático corrompido y corruptor. Villarejo estaba ahí para parar los escándalos que pudieran afectar al rey Juan Carlos I y sus amantes; para frenar en seco cualquier investigación incómoda de tortura policial o proteger a políticos de conducta poco proba. Él estaba ahí, a disposición de Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy. Con todos ellos estuvo trabajando… y grabando.

Las cloacas son las cloacas del 78. Cuando este país y su clase política optó por no romper con el pasado franquista y sus mandos policiales y de la judicatura, inmersos en el lodazal. Y lo mismo pasó con los empresarios, los banqueros, los dueños de la imprenta… Y 40 años después el hedor es ya insoportable.

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