Desde mi ventana
Carmen Heras
He dudado al escribir este artículo. En primer lugar porque trata de asuntos personales y el más pequeño sentido ético de la vida avisa de que no se debe enjuiciar la de los de otros. En segundo lugar porque tampoco me parecen tan relevantes, dentro de un mundo donde existen la guerra y el hambre, los hechos en cuestión. Y en tercer lugar, porque mal que me pese, opino como Oscar Wilde que “las emociones de las personas que se han dejado de amar, siempre tienen algo de ridículo”.
Si, señores, lo han adivinado, voy a citar a Piqué y Shakira (o Shakira y Piqué) y de cómo están gestionando su separación. El que lo hagan con luz y taquígrafos, delante de todos, le quita intimidad al proceso; lo saca de la esfera privada para volverlo de dominio público, y permite que muchos a los que ni siquiera se nos había ocurrido pensar sobre ellos, hayamos pergeñado un pequeño artículo quincenal.
Creo que fue Álvaro Pombo, el que dijo algo así como que “escribir significa reflexionar y reflexionar encabrona mucho”. Pues eso intento; no lo segundo, sino lo primero. Cuando mi padre quería recalcar la escasa madurez de alguien, siempre utilizaba idéntica expresión: “es un ‘criaturo’ sin conocimiento”. Aquella vez en que mi novio se retrasó en venir a verme por un problema logístico y yo me cogí un enfado de muchos millones de decibelios, que hizo dar un portazo terrible a la puerta de mi cuarto, le oí decir a mi padre la frasecita de marras, lo que, como pueden imaginarse, aún me indignó más. Me pregunto qué dirían ahora, aquellos que, como él, entendieron siempre que la madurez es, entre otras cosas, pura contención ante las frustraciones. Y que este toma y daca entre dos personas que, al fin y al cabo, se han querido, solo puede dañarles a ellos y a sus hijos. Profundamente y para siempre. Y sí, una se siente inclinada a creer que pudiera ser un problema de ‘criaturos’ hasta que se entera -por lo que dicen- de que el dinero anda por medio. Y como sabido es que el dinero hace girar el mundo, entonces todo el espectáculo tiene variados y largos matices de interpretación. Con muchos ceros. En ambas carteras. Que se le va a hacer…Las penas con pan son menos.
Y lo curioso es que, en estas guerras, muchos toman partido. Y entonces es cuando se me vienen a la mente las vicisitudes de otra gran pareja de protagonistas: la de Íñigo Onieva y Tamara Falcó, de los que también se rumorea que, en su tremendo folletín de idas y venidas, hay mucho de cálculo y especulación. Programa va y programa viene, explicando su duelo, para luego venir a decir que de eso no hay nada, que han visto la luz…Y oh! miren como sube su caché…Tintineando. O eso dicen.
Pues vale, pues de acuerdo. Aunque alguna vez, entre tanto descaliento, a lo mejor, a alguno de los múltiples adictos de tanto reality show le dé por preguntarse si no está contribuyendo en demasía a engordar la nómina, no solo de quienes hacen los enredos, sino sobre todo de quienes los usan en su provecho al ensalzarlos. Y, si acaso, con su candidez de vecino no forma parte, también, de la astracanada…la rueda de lo falso… En fin, del teatrillo de unos cuantos que aparentando dejarse utilizar, nos utilizan.