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Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Francesc Romeu, otrora responsable de la mítica Fundación Jaime Vera, en la que tantos líderes políticos se han forjado, toma prestado un párrafo de Kant,¿Qué es ilustración? en su libro «Hasta aquí hemos llegado» que yo me permito transcribir: «No obstante, para esta ilustración no se requiere nada más que libertad, y por cierto la más inofensiva de entre todas las que pueden llamarse libertad, a saber: la de hacer uso público de la  propia razón en todos los aspectos. Ahora bien, por todas partes escucho dar gritos: ¡no razonéis! El oficial dice: ¡no razonéis, sino haced instrucción! El consejero de finanzas: ¡no razonéis pero pagad! El eclesiástico: ¡no razonéis y tened fe! (…)Yo respondo: el uso público que uno haga de su razón siempre ha de ser libre y es el único que puede lograr ilustración entre seres humanos.».

Como muchos, yo también creo que las personas somos poliédricas y sólo la reflexión razonada puede ayudarnos a una mejora de nuestro estado actual. Sin duda debemos evolucionar. Siempre ha ocurrido así  y cada generación ha puesto una gran parte de sí misma en construir los cimientos sobre lo que luego ha sido la forma de vida de la generación siguiente.

Defiende Francesc que es preciso no dejar la política tan sólo para hablar sobre ella en la tertulia de la mañana o de la tarde, sino que es preciso formar parte de la política. Claro que habla de algo con letras mayúsculas, no esa serie de ardides caducos en los que desgraciadamente se ha convertido la política cotidiana. Y rescata la vieja quimera de que el progreso de los seres humanos sólo es posible desde la educación que iguala a unos y otros. Y añado yo: pero por arriba, desde el talento, no desde la mediocridad.

El progreso de los seres humanos sólo es posible desde la educación que iguala a unos y otros

Nuestra ciudad sigue triste, el ayuntamiento y su equipo de gobierno no parecen acertar con las fórmulas adecuadas para darle vigor. También aquí sería necesaria la razón que equilibre una vieja manera de administrar los asuntos públicos, entre la burocracia galopante y los nuevos tiempos. También aquí harían falta los líderes que se adelantan a su época y que saben ver con anticipación.

Cada quién tiene derecho a su vida, pero como seres sociales que somos no podemos sustraernos a las características y necesidades del entorno en el que nos desenvolvemos, cada uno lo conformamos en nuestra pequeña parcela. Desde nuestro yo particular pero también desde nuestro yo colectivo.

Ayer pasé por San Mateo cuando se celebraba un mini teatro de un pequeño grupo de Cáceres, había bastante gente contemplándolo. Más allá, cerca del museo municipal, se preparaba la obra que en la noche se representaría. Cáceres es una ciudad que ama la cultura, desde diferentes formas, pero la ama, y debieran los gobernantes hacer más por ella y su expansión. Nada nuevo por aquí, las viejas piedras demandan silencio pero la vida bulle. Déjenme que reivindique una concepción del mundo desde la madurez. A veces, los procesos no funcionan porque desechamos los conocimientos que sólo aquella produce, porque confundimos la renovación con «aparcar» todo lo anterior. Hay inteligencia en saber no arrinconar lo que tiene mucho que decir todavía y hay verdadera ceguera y un cierto cinismo en las interpretaciones que ofrecen carne joven sin más.

Por mi profesión, trabajo entre chicos y chicas de veinte años, se de lo que estoy hablando. Son gente responsable, que sabe lo que quiere, pero no pueden convertir su edad en centenaria. Porque claro, los días sólo tienen veinticuatro horas…

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