Historias de Plutón
José A. Secas

Desde el primer momento supo que aquel nuevo suceso no podía ser fortuito, pero ¿cómo podían haberse alineado los astros de tal forma que el resultado solo fuera calificable como “maravilloso”? Por aquellos días era tan extraordinaria la armonía que se solazaba en su espíritu y en su estado de ánimo que a menudo conseguía capturar la esencia de la felicidad condensada en esos momentos salpicados por la senda de la vida.

Igual que “las cosas” se tuercen, se pueden enderezar. La mayoría de las veces somos como moléculas chocando en el caos mientras las circunstancias se hacen dueñas de tu destino. Estamos empalmando desde los dos últimos años una serie de hitos desastrosos para el buen devenir de la especie humana. Pandemias, lavas y disparos de mortero están salpicando nuestro día a día mientras vamos incorporando a nuestro idioma palabras cargadas de miedo y de tristeza y fijando imágenes de las que no nos podemos librar. Pero la vida sigue empujando y pasan las horas, las lunas y los lustros y hoy te afanas en descubrir las claves más dulces del devenir porque, por ejemplo, te sientes con fuerzas para afrontar los malos tragos. Está bien eso de sentirse con fuerza.

Sabía perfectamente dónde encontrar la verdadera libertad, el motor de su vida. Era en los instantes de consciencia retenida, donde confluyen energías que sintonizan con buenas vibraciones y tú estás allí para darte cuenta y atesorar ese momento. Eso se llama tener las antenas desplegadas. No, no era suerte lo que él tenía, era mucho más que eso. Ponía en práctica un modelo de receptividad abierta y entrenada que se enfocaba a condensar los infinitos momentos cargados de amor con los que nos obsequia la existencia. Su modelo era tan bueno como el de cualquiera; lo que más le gustaba es que sabía cómo contarlo.

Somos muchos los que queremos huir de los discursos bélicos, pero nos vemos atrapados en permanentes disputas contagiosas y bien difundidas con sentido del espectáculo, dónde los corazones se agitan, las vísceras se retuercen y se nos muestra a las víctimas y a los verdugos para que descarguemos sobre ellos nuestras sobredosis de emociones primitivas y cultivadas con éxito en nuestras pantallas y medios de comunicación social. Aún así, salen a relucir las luces de nuestras primaveras y los ciclos con los que se enreda la Historia, se empequeñecen para atraparnos y forzarnos a cambiar  de punto de vista en cada balanceo o en cada fase del bucle. Y es ahí donde se hace evidente que la acumulación de pequeñas dosis de felicidad, favorece la buena actitud. Entrar en sintonía con esos buenos momentos es tan fácil como con los malos, solo hay que estar predispuesto.

Conociendo suficientemente los efectos -hipotéticos- de transitar los estados de bonanza, vayamos ahora a las causas: Recoger frutos, mirar al cielo, mirar al suelo, susurrar secretos, bailar… se me ocurren tantas razones para adoptar el “modelo de receptividad abierta” que voy a descargarme la aplicación en cuanto pille güifi. Es en este sublime momento donde este escrito  alcanza su clímax porque toda la avalancha de ideas audaces desparramadas tienden a cerrarse por obra y gracia de la literatura. Me refiero a que yo, efectivamente, pierdo la noción del tiempo cuando beso su boca y miro en sus ojos. Este hecho asiduamente repetido, unido a que me estoy buscando la vida con un éxito sin par, hace que me sienta feliz y contento y, amigo, esto es maravilloso.

Artículo anteriorConcejales todos
Artículo siguienteArrancan las pruebas de la alta velocidad Plasencia-Cáceres-Aljucén

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí