El iceberg – Microrrelatos
Víctor M. Jiménez

El sol de mediodía salpica con violencia los toldos coloridos de los tenderetes. La mujer sabe que, entre la multitud, sustraer un puñado de nueces o una manzana sería mucho más sencillo que la aventura que la ha llevado hasta allí y que comenzó seis días atrás, cuando escapó de la ciénaga en la que se había convertido su casa. Prefiere no dar el paso, aunque la necesidad aprieta. Ha decidido vivir con honradez. Tampoco quiere pedir como una pordiosera: es joven y siente que cometería una ofensa contra el cielo y contra sí misma.

Esperará pacientemente a que transcurra la mañana. Cuando levanten los puestos, entre los desperdicios quedarán alimentos aprovechables. Tendrá que competir con los golfillos que merodean por allí, pero para ella, acostumbrada a la aspereza del látigo, no serán rivales.

Al día siguiente, con el ánimo recuperado, caminará hacia un futuro mejor. Encontrará la fuerza necesaria en la vida bastarda que palpita en sus entrañas.

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