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Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Posiblemente a muchos les sorprenda lo que voy a decir. Sobretodo si lo interpretan bajo el credo religioso o ideológico. Nada más lejos de mi voluntad. Lo hago impulsada por el sentido común. Puesto que hasta la fecha los hombres no pueden parir hijos, no queda mas remedio que impulsar la natalidad en las mujeres.

Yo se que lo que digo no está de moda. Defendiendo como defendemos los derechos de la parte femenina de la sociedad en la vida pública, ensalzar una de las posibles tareas de ella, hermosa cual ninguna, pero que paraliza o puede dejar en estado latente todas las demás ocupaciones, significa nadar contra corriente, aumentar las dificultades de encontrar trabajo y subsistir. Y ya sabemos lo difícil de ésto en nuestros días.

Hablarlo desde postulados de izquierda aun pareciera peor. Examinándolos superficialmente poco o nada hay en ellos de ese prototipo de madre amantísima, sacrificada por la prole, que nos mostraron la doctrina oficial de la iglesia y la mayoría de nuestras madres. Ni siquiera en la derecha existen de forma genérica esos estereotipos.

Cuando hablo de estos asuntos, describo ejemplos concretos para ser entendida, en lo que describo como dificultades añadidas cuando fundas una familia y tienes hijos y que es una de las razones por las que la natalidad ha descendido. El primero de ellos tiene que ver con mi propia experiencia: recién casada, madre de un niño, solita ante las necesidades domésticas cotidianas, pues la plaza de mi cónyuge no se encontraba en el mismo lugar físico que la mía. Ninguno de los dos renunciamos a nuestro trabajo, así que la familia se relacionaba una vez cada quince días, con largos recorridos en carretera sobre nuestros cansancios. Y el comentario de mi madre al respecto: «Hija, te hemos criado para que vivieras como una flor, pero vives peor que nosotros» – me dijo. Su amor hacia mi alguna vez me hizo dudar del valor del sacrificio de vivir separados.

La sociedad envejece a pasos agigantados en cualquier lugar del mundo, en España también

La segunda de las anécdotas viene envuelta en el recuerdo de una compañera de carrera, que dio a luz durante uno de los cursos. Embarazadisima, la tripa parecía reventar el vestido cuando su dueña se dirigía al aula del examen de una de las disciplinas más difíciles de ciencias físicas, cumplida ya de cuentas, a punto de nacer su hijo. Todos temiendo que empezase con los dolores de parto… Después estudiábamos, ella meciendo la cuna con una mano mientras pasaba las hojas de los apuntes con la otra. Las dificultades, para salir del rol preestablecido de mujer casada atendiendo su casa, eran evidentes.

En el año 1976 fue la época del baby boom, 18,7 hijos cada mil mujeres. En 1995, las cifras habían caído a la mitad. Luego mejorarían, aunque no mucho. Al tiempo y afortunadamente se vive mayor número de años; cuando esos niños del 76 lleguen a los 67, tendrán una esperanza de vida de unos 23 años más, aproximadamente. No lo digo yo, lo dice el Instituto Nacional de Estadística. Hoy, por cada 100 personas en edad de trabajar, hay 27,6 mayores de 64 años; en el 2050 habrá unas 73.

La sociedad envejece a pasos agigantados en cualquier lugar del mundo, en España también. La natalidad cae y la esperanza de vida aumenta. Si no queremos que el problema de su supervivencia siga aumentando, los poderes públicos, sean del signo que sean, han de tomar decisiones y poner en marcha políticas con las que, apostando por la conciliación entre vida personal y profesional, se impulse la natalidad. Algo así, y dicho en términos coloquiales, como «ponerla de moda». En vez de reducir pensiones públicas aumentemos los nacimientos. Pero ayudemos: con escuelas infantiles, con salarios, incentivos, etc.

El asunto es difícil pues el envejecimiento de una sociedad es estructural, no coyuntural como lo es el del desempleo. Ambos, influyen sin lugar a dudas en las futuras pensiones de un país. Todo ha cambiado. Naturalmente. Pero en este galimatías en el que estamos inmersos, es necesario pensar y tomar decisiones, individuales y generales.

Y la pregunta es muy sencilla y al tiempo con ramificaciones muy complejas: ¿desde el punto de vista del futuro interesa que nazcan más niños? ¿En Extremadura y en España? Porque si la respuesta es si, habrá que tomar algún camino que concilie, además de crear condiciones que permitan al sistema social permanecer. Ajenos al chiste facilón. O a las trivialidades.

 

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