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Desde mi ventana /
Carmen Heras

Supongo que es difícil dar una pequeña conferencia en un acto de las características del que todos los años se celebra en el Teatro Romano de Mérida con motivo de la celebración del Día de Extremadura. Desde el escenario, las gradas te rodean y parecen querer absorberte, todos los ojos de los espectadores pendientes de ti. La sensación es única, desde luego y se lo que me digo.

Tampoco es fácil buscar un asunto nuevo para un pequeño discurso (no conferencia), adecuado al momento donde los verdaderos protagonistas son las personas e instituciones que reciben el máximo galardón de la Comunidad. Es preciso no ser demasiado denso ni demasiado frívolo, ni alto ni bajo en el tono. Lo que si parece claro es que hay que hablar de Extremadura, de ella y de algo relacionado con su ser y su devenir. Es el día fijado para «reflexionarla», para emocionarse incluso y dejar fluir la emotividad. Por todo ello, supongo, cuando (equivocadamente) creímos que la autora, mujer preparada y de prestigio, y a su vez también Medalla de la región, iba a tratar sobre aspectos de la igualdad de género, muchos prestamos atención.

Pero la conferenciante habló de otras cosas. Habló de lo malos índices económicos de Extremadura cada vez que se presentan de acuerdo a unos criterios básicos. Con un gobierno de un signo y de otro (resaltó). Siempre a la cola, siempre al final en los ranking que elaboran los especialistas en estudios comparativos.

A esta Comunidad, construida sobre la base del consabido Estado de Autonomías, le cuesta tirar para adelante

El público aplaudía calurosamente cuando decía estas cosas y siguió haciéndolo cuando añadió que dichos datos le dolían. «Le duelen desde Madrid» -pensé yo, inadvertidamente-. Porque ella vive y trabaja en la capital desde hace muchos años, quizá en contra de sus deseos…Qué sabe nadie… Acertó en el diagnóstico. Lo que adujo es cierto. Extremadura no avanza. Después de unos años en los que todo parecía encauzado, algo se paró. O así parece. A esta Comunidad construida sobre la base del consabido Estado de Autonomías le cuesta tirar para adelante. ¿Son los políticos los únicos responsables, como parecía querer dar a entender la conferenciante?

Yo digo que no. Al menos no solo ellos. Precisa la región, en mi modesto entender, unos cambios estructurales importantes, el más grande de los cuales es el de la propia percepción que de la vida poseen muchos extremeños. Porque nadie puede vivir solamente de lo que le llega desde fuera, al albur de las decisiones de otros, por muy bien intencionadas que sean. La autonomía real de sus padres comienza para un hijo cuando rompe el cordón umbilical y sale al mundo a conquistarlo, en mayor o menor medida, según las necesidades o las ambiciones propias.

¿Tiene Extremadura esa ambición? En algunos lugares más que en otros. ¿Tiene autodeterminación, espíritu de lucha? ¿Está dispuesta a ser la «dueña de su destino, la capitana de su alma..» (emulando a los famosos versos que Mandela recitaba para si)?. Pues depende. Entre otras cosas porque necesita «bastones» sobre los que apoyarse y que estimulen su desarrollo. Y no siempre los tiene, después de tantos años de feudalismo, de introversión en sí misma. La solución parece difícil, y desde luego no es soltar la risa o el aplauso cuando alguien pregona nuestras miserias, aunque sea bajo un manto de simpatía y solidaridad. Todo gobernante (a mi entender) debe ocuparse de la gestión de lo doméstico, pero necesita un proyecto colectivo en su cabeza que enhebre los deseos de todos sus convecinos y los ponga en comunicación. Adelantándose.

Y todo ciudadano debe salir a ganarlo. Para no depender de la buena voluntad de nadie, para agradecérselo sólo a su coraje, a su decisión y recursos. Todo lo demás debe llegar después. Aunque reconozco que algunas veces es muy complicado. Aquí.

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