La bruja Circe

Las fiestas de navidad son de todos, sean o no cristianos, se las llamé fiesta de invierno, Yule como entre los germanos y pueblos del norte, solsticio, sol invicto, Saturnalias o se célebre el nacimiento de Frey, Dios Celta de la lluvia, el sol naciente y la fertilidad, relacionado con las cosechas y aunque no tengo documentación, también los Vetones que habitaban la tierra en la que habitaban mis ancestros, también celebrarían fiestas con grandes hogueras, momentos de intercambio de bienes, matanzas y embutidos para conservar alimentos para todo el año.

Las fiestas representan la expresión ritualizada y simbólica, de la vida social de los pueblos, son el reflejo, de los valores aceptados, formas, costumbres, creencias que rigen la vida de las comunidades.

Las fiestas, son permanentes y a la vez cambiantes, asimilan nuevas ideas y modas pero permaneces con una u otra advocación en la memoria genética.

Los rituales son de las cosas más difíciles de desarraigar y nos presentan la identidad social, cultural y costumbrista los pueblos y comunidades.

Estudiar las fiestas, desde nuestra infancia y comprender que son una constante de la identidad de nuestro entorno vestida y cambiada para permanecer, nos da sentido de la identidad, nos enseña historia, antropología y hasta prehistoria. La fiesta crea y recrea una imagen de comunidad, configura ya desde niños la idea de pertenencia a un territorio y a un grupo social.

El tiempo de fiesta implica interacción social, fomento de la sociabilidad incluso en los tiempo de rígidas separaciones de clases sociales y por ello la posibilidad de fortalecer los lazos amistosos y los contactos vecinales en un marco de alegría y permisividad.

También hace no muchos años en los que sobre todo en pueblos y pequeñas ciudades los niños salían a juntarse y jugar sin demasiada vigilancia.

Justo antes de navidad se reunían por barrios para ir creando montones de tablas viejas, trastos y telas para quemar que iban recogiendo de una en otra casa, que serían después fogatas y luminarias.

Participarían también en los días de matanzas o en la creación de dulces en los viejos hornos y tahonas, que atraerían a la chiquillería con su aroma y donde se reunirían niñas y niños con, zagalas, mozas, casadas y viudas.

No había escaparates ni luces pero la fiesta estaba en las costumbres y en los corazones, vestida de otros nombres, otras ropas u otras costumbres, pero permaneciendo por encima de las formas.

Por eso sea el que sea el nombre que le des. Te deseo felices fiestas.

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