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Cánovers /
Conrado Gómez

Tengo un primo que está a punto de sacarse la oposición de notaría. Se lo ha currado, la verdad. Mientras nosotros nos lanzábamos a las inclemencias de un mercado laboral volátil y espumeante, él, armado con yelmo y lanza, con la perseverancia y la tenacidad como compañeras de viaje, se pertrechó para tan arduo viaje entre miles de temas y leyes. Solo le resta el último esfuerzo. Lo conseguirá. Tras este parentesco lingüístico, prosigamos con la columna.

Vara hizo algo comprometido con su futuro político. Registró ante notario las 60 medidas que a su juicio cambiarán la región transversalmente. Salió del fedatario público exultante tras entregar su compromiso en sobre lacrado. La medida tenía mucho de responsabilidad, esa que pedimos siempre a nuestros políticos. Esa que se olvidan cada vez que pasan a segundo plano, cada vez que vuelven a transformarse en ciudadanos corrientes. Porque no nos olvidemos de que cuando los cargos pasan, quedan las personas. Las que tienen que seguir saliendo a la calle a ganarse la vida de frente, sin la protección de las trincheras del partido de turno.

¿Por qué las campañas electorales permiten prometer y no cumplir después? ¿Por qué uno puede llegar al poder con un programa de gobierno que jamás cumplirá? ¿No es eso fraude a la ciudadanía? La medida de Vara de pasar por notario su propuesta del cambio debería ser la norma, por ley, no algo anecdótico por inusual. Las promesas electorales deberían ser un acuerdo legal entre el político y los ciudadanos, de forma que sepamos no a quién votamos, sino a qué grupo de medidas estamos dando nuestra confianza.

Se acabó echarle la culpa a la herencia recibida para obviar los compromisos adquiridos. Se terminaron las excusas peregrinas de que “esto estaba peor de lo que pensaba y por eso no puedo acometer las reformas que os prometí”. Con un notario de por medio se solucionarían estas cosas. Las condiciones laborales deben estar contenidas en el contrato público. Vara, sin quererlo, está alumbrando una nueva forma de hacer política. La de enfangarse, remangarse y poner su cargo a disposición si no cumple lo prometido. De momento dice haber puesto en marcha el 40% de su agenda del cambio, pero reconoce que “aún le falta mucho por acometer”. Llevamos 100 días y es todavía pronto para aprobar o reprobar su gestión. Confiemos en que recuerde la visita al notario como una gratísima experiencia.

 

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