Tiempos posmodernos
Víctor Gabriel Peguero

Hace unas semanas el tema de las pensiones protagonizaba otra vez la parrilla informativa. No podía ser para menos, pues la OCDE advertía a España que para 2050 habría 77 jubilados por cada 100.000 habitantes. Que la OCDE te diga eso es comparable a cuando el profesor de quinto de primaria calaba al vago de clase el día uno de comenzar el curso y le decía: “como sigas así, vas a suspender”. Entonces, todo eran risas hasta mayo, cuando para sorpresa de todos, el vago efectivamente suspendía y se iba a casa llorando.

Entre el secesionismo, el desempleo, y la seria amenaza de la insostenibilidad del sistema de pensiones, yo diría que son estos unos años claves para el futuro de España. Es por eso, supongo, que Rajoy se ha reunido con las cabezas de su partido para lanzarles un inequívoco mensaje:

Hay que frenar a Ciudadanos.

La verdad es que la figura de Mariano Rajoy como estratega es digna de estudio. Siempre pilla por sorpresa a todos, porque cuando parece que hay que hacer algo urgentemente, que hay que unir fuerzas y plantearse seriamente el futuro de la nación, llega don Mario y, sorpresa, no hace nada. O peor, hace algo. Como poner a Ciudadanos en la diana con la que está cayendo.

Es difícil no imaginarse al gobierno de España como si se tratara de aquella orquesta que seguía tocando mientras se hundía el Titanic

Lamentablemente, viene siendo habitual entre la clase política gobernar no pensando en las futuras generaciones, sino en las futuras elecciones. A este fenómeno bien lo podríamos llamar la estrategia Ramón García o de la patata caliente. Es decir, hacer todo lo posible para mantener a flote el partido de uno contra viento y marea. O también mantener a uno en el partido. Pierde aquél al que le explote la patata de España. Lo bueno es que ganan todos los demás, que podrán retirarse como, no sé, conferenciantes de lujo.

La semana pasada, Rajoy, después de referirse a Cataluña como la República catalana, anunció que le gustaría volver a ser el candidato del Partido Popular. La verdad, es difícil no imaginarse al gobierno de España como si se tratara de aquella orquesta que seguía tocando mientras se hundía el Titanic.

 

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