Dudas de papel
Goyo Tovar

Hace ya más de treinta años que escribí el cuento “La bolsa de plástico” para narrar la tragedia de una pareja de pájaros que aprovecha una pequeña bolsa que encuentran en las inmediaciones del árbol donde quieren asentar su nido. La eligen como alternativa novedosa que permite limitar con acierto el contorno del nido y soportar el fondo con mayor eficiencia que la clásica horquilla del ramaje. Una tormenta primaveral anega la nueva casa, ocupada ya por los cinco pajarillos recién nacidos; mueren todos ahogados. Así quería mostrar a mis aprendices que no todo progreso impulsado por la técnica supone ventaja en el ambiente, aunque los beneficios económicos sean nuevos modelos a imitar.

El invento del primer plástico surge tras un concurso realizado a finales del siglo XIX (1860), cuando el fabricante estadounidense de bolas de billar Phelan&Collarder ofrece una recompensa de 10 000 dólares a quien consiga un sustituto del marfil natural. Cincuenta años más tarde se descubre la bakelita, que supone el paso definitivo a los procesos de obtención de nuevos materiales más flexibles, más baratos, suaves al tacto, que admiten colores, que son aislantes térmicos, impermeables, resistentes a la erosión… incluso la ciencia ha conseguido plástico dos veces más duro que el acero sin perder la versatilidad. Estas nuevas aleaciones conocidas como Bulk Metallic Glasses (BMG) podrían revolucionar para siempre los procesos de fabricación.

Todo un infierno de restos que nos invaden de manera cada vez más agresiva aunque no siempre perceptible

Nos queda un mes. Me dicen en la farmacia que con la llegada del mes de marzo dejarán de facilitar/regalar bolsitas de plástico, que quienes quieran la bolsita la tendrán que comprar, que es una encomienda que obedece a una directiva europea, que ya Europa ha presenciado y visto los efectos que en el ambiente terrestre, marino, aéreo y subterráneo están causando los abundantísimos desechos, los ingentes desperdicios y los apabullantes residuos derivados de su fabricación, uso desmedido y dejadez en el reciclaje.

Todo un infierno de restos que nos invaden de manera cada vez más agresiva aunque no siempre perceptible. Digamos que esa es nuestra corrupción ecológica.

Trato entonces hoy de preguntarme cuánto personal desea y está dispuesto a aventurarse a restringir y moderar el uso de los plásticos, empezando por las bolsas, guardándolas para un segundo uso.

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