Historias de Plutón
José A. Secas

El pasado 30 de octubre tomé dos decisiones muy importantes, paralelas y complementarias. No sé si lo hice porque ya era hora, por “la situación actual”, porque tenía que ocurrir o porque mi voluntad fue manejada por una fuerza superior, pero el caso es que ese día (de luna llena, para más señas) comencé a escribir una novela y desconecté totalmente de las redes sociales. Fueron dos decisiones tomadas con impulsividad y con vehemencia, de las cuales no me arrepiento. Hoy, al cabo de tres lunas, os puedo asegurar que estas dos decisiones están siendo decisivas en mi vida, que ambas tienen una doble cara y que las dos tienen fecha de caducidad.

Mi ausencia del facebook me ha regalado muchísimo tiempo (que necesito para escribir), me ha quitado unas cuantas dosis de golosinas para alimentar el ego y me ha alejado de la “actualidad”. Luego me he dado cuenta de que vivo perfectamente en la ignorancia y que me puedo pasar sin saber nada de muchos amigos de aluvión, del mismo modo que ellos no saben nada de mi y tampoco se han ingresado por mi ausencia. No pasa nada. Con las personas importantes de mi vida no he perdido el contacto porque tampoco es que haya desaparecido. Mi teléfono funciona y, salvando las limitaciones de las restricciones, me muevo, visito, vienen a verme y hasta he comido turrón. Estoy muy satisfecho de haberme “quitao” de las redes sociales. Tengo la sensación de haber superado una adicción. Es una pena que haya gente interesante que solo habita en ese planeta y que no pueda, quiera o sepa estar más cerca. A alguno de ellos los echo de menos.

La novela va bien. Estoy casi terminando la segunda parte de las tres que tiene. Llevo unas ciento ochenta páginas. Está siendo duro y satisfactorio. Aparte de poner a prueba mi determinación, de satisfacer mi necesidad de crear y de acotar mi capacidad de dispersión, está sirviendo para pensar, para organizar, para separar churras y merinas, para ajustar cuentas con el pasado y para mirar con detenimiento la vida que nos ha tocado vivir en esta ciudad chiquinina, en estos tiempos que nunca olvidaremos. El invierno, la inactividad laboral, las restricciones… todo ayuda. Puestos a elegir, prefiero escribir una novela que morirme de asco. Además está suponiendo un antídoto contra el miedo, el repliegue y el decaimiento. Escribir una novela me está salvando, me está enseñando, me está guiando y está suponiendo un reto vital, un desafío intelectual y un aliciente para seguir viviendo, creciendo y aportando. Me lo estoy pasando muy bien (además).

Fiel a mi espíritu de contradicción, publicaré el enlace de esta carta en mi cuenta para que se entere quien se tenga que enterar y para saludar. Sin más. Esto quiere decir que seguiré siendo libre, pese a la pandemia y a los que la dirigen, y terminaré la novela y volveré a las redes a tirarme el rollo y me daré autobombo y autoplatillo cuando la publique y volveré a contaros mis pedradas desde las páginas de mi querida Avuelapluma y, espero, volveré a trabajar. Entre tanto, ahí os dejo, que voy a seguir dale que te pego al teclado. Cuidaos.

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