Historias de Plutón
José A. Secas

Estaba obcecado, empeñado o encabezonado (da igual, todas son malas) en que los acontecimientos debían discurrir como él quería: como lo había soñado, pensado, previsto y planificado; y se le olvidó algo muy importante: las cosas pasan porque sí; no porque uno quiera. Me refiero a las cosas en las que intervienen otras personas y más concretamente, aquellos aspectos de las circunstancias en los que tus sueños, deseos, planes y previsiones chocan frontalmente con los de otra persona que a su vez tiene otra idea distinta de cómo tienen que ser las cosas.

Para él era fácil de entender que las recetas, los proyectos o los viajes (por ejemplo) se ajustan a los planes perfectamente: cantidades, calidades y tiempos administrados sabiamente producen siempre los resultados previstos. Lo que ya se le escapaba era que ese afán controlador no valía con las personas. Se daba el caso de que esas personas, normalmente, eran mayores de edad, libres, tenían autonomía e independencia y, además, tenían sus gustos, ideas, criterios y carácter; con lo cual no era tan fácil que sus previsiones se desarrollaran tal y como él quería.

Pasó por una fase (en este caso muy consciente y premeditada) de tratar de controlar primero, y luego, manipular a esas personas que incluía en sus planes. Utilizó todas las técnicas posibles para alcanzar sus metas: desde el estudio y manejo de las teorías de la manipulación de Chomsky, pasando por la lectura insana y compulsiva de libros de autoayuda, hasta hacerse con manuales de sectas o recursos más cutres como el chantaje emocional, la presión, el acoso y hasta la amenaza. El resultado siempre era el mismo: las cosas no pasaban como él quería. Consecuencia: frustración y encabronamiento. Chungo. Por ahí vamos mal.

Al final de esos procesos tan torpes y toscos de ensayo-error, tras darse de bruces repetidas veces con la cruda realidad y haber experimentado el fracaso en sus carnes una cantidad lamentable de veces, él solito llegó a unas conclusiones (muchas de ellas de carácter perogrúllico) muy sabias que bien merecería la pena tomarlas en cuenta. A saber: Tu libertad acaba donde empieza la de los otros, zapatero a tus zapatos, a nadie le gusta que le digan lo que tienen que hacer, todos tenemos derecho a equivocarnos, respeta a los demás, no le hagas al prójimo lo que no quieres para ti, “allá cada uno” (como dijo Unamuno), a palabras necias, oídos sordos, loro viejo no aprende a hablar, cada palo que aguante su vela y todo lo que necesitas es amor. Chin pun.

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