Este emeritense de 33 años, que desde enero es el jefe de cocina del gastrobar y jardín Mastropiero, será el encargado de idear la próxima cena clandestina, el 21 de agosto. Acostumbrado a lidiar con las peticiones de un espacio polivalente como el Mastro, Carlos López prepara una cena llena de nuevos sabores para los comensales.
¿Qué opciones barajas para la cena del 21 de agosto?
Pues todo depende de la ubicación exacta. Pero barajo desarrollar un menú degustación temático y un espectáculo en torno a ese menú especial; también me gustaría instalar puestos para ofrecer cocina de calle y establecer así dos zonas diferenciadas… Pero tengo que estudiar las posibilidades.
¿Qué pueden esperar los comensales de esta cena?
Sobre todo descubrir sabores a los que no estén acostumbrados. Que puedan paladear algo nuevo, en un marco diferente, con presentaciones curiosas. Que los comensales, a cada plato, reciban nuevas sensaciones y piensen en cómo se ha podido elaborar algo así.
¿Qué ofrece el Mastropiero?
Es un lugar multiusos. Un local sorprendente en el centro de Cáceres, para tapear, tomar un café, copas…
¿Y en la cocina?
Tenemos tapas y platos gourmet, así como lo que denominamos cocina callejera. En septiembre cambiaremos la carta, buscando la fusión de cocinas, con platos más técnicos.
¿Qué incluye la cocina más callejera?
Pues ensalada César de gambas, un Fish & Chips de tenca cacereña, un hot dog de pollo Satay con chutney de tomate o un kebap de cordero DO, con salsa de yogur y pera. Se trata de fusionar los sabores de la cocina de los puestos callejeros, con productos de la tierra.
¿Y los platos gourmet?
Nos piden mucho el Tartar de salmón marinado, con mango y guacamole, un Bacalao confitado sobre habas y tomate semidulce o el Tataki de presa Ibérica sobre ensalada de algas.
¿Hay cultura gastronómica en Cáceres?
Yo creo que sí. Mucha más que en otras ciudades, como Mérida, donde no es tan habitual que la gente salga a comer o cenar fuera. En Cáceres se ha producido un cambio grande en este sentido, hay más inquietud por apreciar la cultura gastronómica.
En Extremadura, la formación en hostelería es muy buena, pero los que terminan cogen la maleta y salen fuera, porque todavía no está asentada esa cultura de restauración.
Eduardo Villanueva /