Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

El Tata Güines tenía las uñas largas como una bruja (buena o mala, eso depende de cómo se mire, o entienda el mundo) y tocaba los cueros (la “percusión” en lenguaje sonero) como dios bendito, o como el mismísimo diablo (en cierta ocasión alguien dijo, “¡joder, morena, follas como dios!”, a lo que la morena en cuestión contestó, “no, mi niño, yo lo hago mucho más sabroso que el mismísimo diablo”). Los inspiradores, fundadores, creadores, auspiciadores y profesores de la mejor escuela de percusión del mundo, La Sam-Sam, han decidido que abren oficina en La Habana, y están buscando sitio/ubicación en tan azucarera plaza.

La Sombra Del Colibrí y “adyacentes” (La Manigua De Doña Generosa, paladar/restaurante, y Tremenda Pinga, espacio musical/multidisciplinar) es un hotel en Centro Habana, calle Empedrado, del que soy propietario, y me relamí de gusto cuando escuché la otra mañana, en el aparcadero de taxis del Central (venía yo de Playa después de ofrendarle a Changó un collar rojo y blanco en casa de Barbarita –El Mayordomo estaba labrando madera y solo asomó la cabeza en el momento de la despedida), que los Sam-Sam habían alquilado un local en la misma calle en donde un humilde servidor tiene sus negocios (cubanos). Alucinando con la noticia y mirando las palmeras que me rodeaban, calibré, ¿helado en Coppelia, o buñuelos en La Francesa?, y en mi Chevrolet azul del 60 me fui a La Rampa, a chupar mango.

En mi Chevrolet azul del 60 me fui a La Rampa, a chupar mango

La primera actuación de los Sam-Sam en La Habana fue en Tremenda Pinga, y la policía quiso cerrar el local, se nos hizo tarde, mas la presión callejera se lo impidió (no fue por eso, sino porque la viceministra primera de Cultura estaba en una de las mesas –la que está justo al lado del ficus en el que yo a prendí a mear-, la invitó a estar allí Leo, el mejor y más bruto guía del planeta). Los Sam-Sam estuvieron tocando, bailando, cantando, sabroseando, vacilando, roneando y pureando (los puros los trajo El Chino directamente desde Viñales), y como en una boda antigua, nadie pagó, todo se apuntó en la parte chunga de las cuentas, en la de “Deberes”, peroooooo, ¡pero eso, tremenda pinga colorá!

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