El iceberg – Microrrelatos
Víctor M. Jiménez

Nada nuevo bajo el sol en este fin de semana de finales de la primavera. Aquí estamos los de siempre, en una casa de campo que Sonia alquiló, tal vez para intentar que las aguas volvieran a su cauce después de la última pelea: la cosa comenzó con el fútbol y terminó calentándose con la política. Los mejores ingredientes para enzarzarse, desde luego.

Costó que ambos aceptaran la invitación, solo Sonia fue capaz de persuadirlos. No se imagina que el motivo de sus diferencias es ella. La rondan como perrillos en celo desde que se separó de Marcos. La pobre, que es bastante lela, solo ve a dos buenos amigos que son capaces de cualquier cosa por verla feliz, y no a machos alfa peleando por premio gordo que palpita entre sus piernas. Parece mentira, con lo que ha pasado y que sea la última en darse cuenta de la situación. Ahora, no seré yo la que le abra los ojos. Bastante tengo con lo mío y con mi síndrome de patito feo.

Mañana han quedado los tíos para salir juntos a pescar. No creo que vayan a limar sus asperezas. Al pasar frente a la habitación de Pedro, le he visto cómo afilaba la navaja que siempre lleva consigo. Tenía la mirada perdida y su boca se torcía en un gesto parecido a una sonrisa cruel. Me temo que se prepara la tragedia.           

No les permitiré que salgan con la suya, a ninguno. Hoy me toca preparar la cena. El gazpacho llevará matarratas suficiente para reventar a diez elefantes. Los odio a todos, pero espero que sufran poco, no penséis que soy tan despiadada.

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