Desde mi ventana
Carmen Heras

Esto que escribiré a continuación no es ni malo, ni bueno, ni horrible, ni excelso. Simplemente… es. Y como tal hay que tomarlo. Sin más. Empecemos.

Recibo un vídeo sobre el acontecer de mi generación a lo largo de los años 60, 70, 80, 90 del siglo pasado y los que van de éste. El contenido reivindica la adaptación de sus integrantes a los muchos cambios producidos durante todo este tiempo. Y la importancia de haberlo hecho.

La gente de esta época hizo cuanto le fue posible para rasgar los mitos. No creía demasiado en ellos. En un deseo de innovación sobre los usos y costumbres de sus padres y abuelos, rompió muchas veces con aquellos, en cada una de las circunstancias que la vida les puso enfrente. Hombres y mujeres conocieron otros ámbitos y circunstancias distintos de donde habían nacido y pasado la niñez; ellas estudiaron y acortaron sus faldas, consideraron el matrimonio una fórmula interesante solo si era producto del amor y no como forma de colocación personal, y las bodas (ese testimonio afilado de cómo se entiende la vida) carecieron con clara intención de todo boato en los vestidos sencillos y limpios de alharacas. Sin velo. Ni tocados. El ramo de novia convertido en dos o tres flores de talle largo, hermosísimo en su sencillez. Se multiplicaron las uniones civiles en los juzgados, las parejas vestidas de gente corriente, sin alardes, al fin y al cabo siempre fue, nada más ni nada menos que un contrato, un compromiso entre dos, protagonistas únicos de una decisión. La vida en común comenzaría en casas sencillas, como de estudiantes, amuebladas…para empezar.

Luego, pasaron unos años y todo volvió al esquema de los tiempos antiguos, las mismas modas y costumbres tan viejas y recargadas, aparentadoras de un status que no existe. De coste elevado, mucho más elevado en su filosofía y en su precio, que no en su valor. Los vestidos de novia enjaezados, el velo tul ilusión, chaqué para ellos, no importa los callos propios del oficio, ni la clase, conducidos para el evento en coches de época y así… Todo un acontecimiento social.

Y una se pregunta si lo que está ocurriendo con la vuelta atrás de las generaciones, en cuanto a sus ritos, es que su devenir siempre ha sido cíclico y si así fuera, a qué equivale dentro del concepto de evolución de las cosas y especies, si cada poco todo vuelve a empezar, en una zarabanda única con cadencias retro, como si de un “día de la marmota” se tratara. Y entonces calibra que puede que, llegada la Humanidad a un cierto punto, permite su reiniciación en los clásicos símbolos, una y otra vez, para encontrar un sentido al propio proceso de recambio, que a veces de tan adelantado que fluye, le acaba produciendo una especie de vértigo. O como dice la escritora Eva Baltasar (ha de) “entregarse a una tradición, (para) encontrar un sentido”. Tal vez, amigos, se regresa a lo ya probado, a lo de siempre, tras las fallidas experiencias en el poder de algunas creencias e ideologías. La posibilidad de ir en busca de redención a través de lo antiguo y mágico (según las teorías del filósofo de moda Byung-Chul Han).

Artículo anteriorEl programa ‘Muro Crítico’ llega esta semana a Aliseda (Cáceres)
Artículo siguienteFiestas y ferias

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí