Lunes de papel
Emilia Guijarro

La semana pasada conocíamos la denuncia de una monitora de ocio y tiempo libre contra un hotel del Maresme catalán por el trato que habían recibido un grupo de jóvenes con discapacidad que disfrutaban de un turno de vacaciones. Contaba la monitora que el establecimiento les obligaba a levantarse más temprano para que no coincidiesen en el desayuno con el resto de los huéspedes del hotel, no fuera a ser que, mirando los ojos achinados de un Sindrome de Down, a alguno de sus huéspedes se les atragantase la tostada.

La noticia me ha hecho pensar en que falta mucho por consolidar en derechos humanos cuando hablamos de personas con discapacidad. Y me trajo a la memoria un recuerdo de hace muchos años, del siglo pasado, cuando en una discoteca de un pueblo de Cáceres expulsaron a un chico discapacitado, con la burda excusa de que podía romper los vasos con su torpeza de movimientos. Pobre excusa, que le valió el reproche generalizado de una sociedad que empezaba a tomar conciencia de que las personas con discapacidad tenían que compartir espacios comunes, y, por tanto, acabar con barreras físicas y mentales.

Por eso, cuando salta una noticia como la del hotel del Maresme vuelve a mi mente ese caso y compruebo que, a pesar de los años transcurridos, las noticias de ese tipo siguen apareciendo regularmente. Ahora es Cataluña, hace años ocurrió un hecho similar en Almería. Son malas prácticas que a menudo sufren las personas con discapacidad, que, a fuerza de campañas de difusión y normalización, van saliendo del rincón oscuro en el que prejuicios de siglos las han situado.

No quiero generalizar, porque hay establecimientos en los que ocurre todo lo contrario, y el personal se vuelca en atenciones con ellos, haciendo que sus vacaciones se conviertan en una experiencia inenarrable. Pero hay que estar vigilantes y pedir que se apruebe la Ley de Igualdad de Trato, que permita no solo el reproche moral, sino la sanción real, a aquellos que discriminen por razón de sexo, etnia, orientación sexual o discapacidad.

La discapacidad debe abordarse desde una perspectiva de derechos humanos, y los avances logrados hasta ahora deben ser irrenunciables.

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