dejardefumar

Si te viera Schopenhauer /
Sergio Martínez

Uno no es consciente de las vueltas que da la vida. De las paradojas que tiene y de que, a ciencia cierta, nunca puedes decir nunca jamás si no es para referirte al universo de Peter Pan, y es que quién me iba a decir a mí que con 36 años tendría que recurrir a la hipnosis para dejar de fumar. A mí, que escondía los paquetes a mi padre, que discutía con los fumadores, que esquivé la tentación durante toda la adolescencia y la universidad. A mí, radical integrante de los bandos anti nicotina.

Pero una vez, y no sé bien por qué, empecé a fumar. Y ese pequeño placer, nunca voy a negar que he disfrutado mucho fumando, se convirtió en un hábito, y más tarde en un vicio que he necesitado eliminar de mi vida porque siento que ya no me aporta nada.

Pero resulta que no es tan fácil dar este paso, y tras vanos e infructuosos intentos, y engañarme a mí mismo en repetidas ocasiones, la casualidad quiso que mi gran amigo Juanjo me hablara emocionado del método de la hipnosis. Y por qué no, me dije, y planeamos nuestro viaje por la mente, previa cita a un psicólogo en Sevilla.

El psicólogo, que tiene overbooking, no nos concedió cita hasta el 19 de octubre, con lo que hemos tenido un par de meses para despedirnos del tabaco bien a gusto. Sabiendo de alguna forma en nuestro interior, que esta iba a ser la oportunidad definitiva. Y allá que fuimos, acompañados por el gran Pepe. Desayunamos en Monesterio pueblo, como es de ley, y nos fumamos el cigarrito tras la tapa de jamón pertinente. Comimos en Sevilla, y nos dio para varios pitillos entre platos. Acabamos con el postre y el café y cigarro mediante nos pusimos en marcha a nuestra cita.

Pues no se lo va a creer señor agente pero venimos de Sevilla de que nos hipnoticen para dejar de fumar: Bájese del coche y abra el maletero

Otro café y otro cigarro y allá que fuimos con otras veinte personas de todo tipo de índole y condición. Es lo que tiene las adicciones, igualan a los seres humanos en sus debilidades sin importar clase ni raza. Y tras tres horas de un tratamiento de hipnosis, y el último suspiro de una calada en el descanso, se acabó la nicotina para nosotros. No voy a comentar lo que experimenté en el tratamiento, porque el viaje por mi mente me lo guardo para mí. Sé que fue distinto a lo que sintió mi amigo. Pero sé que para los dos fue una experiencia inolvidable.

Camino de regreso a Cáceres volvimos a parar en Monesterio, esta vez bocadillo de lomo con queso viejo, delicioso. No hubo cigarro ni humo. Y así llevamos diez días. Esperando que esta vez sea la definitiva, aunque sea sólo para recordar entre risas que el día que dejamos de fumar nos paró la guardia civil y a su pregunta: ¿de dónde vienen ustedes?; respondimos: Pues no se lo va a creer señor agente pero venimos de Sevilla de que nos hipnoticen para dejar de fumar: Bájese del coche y abra el maletero.

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