Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

La Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballestero (otro día hablaré sobre la expulsión de tenderos de la Plaza de san Jorge) traen a este Apartado Y Lejano Oeste Peninsulà exposiciones de categoría (una de las primeras fue sobre los mantos de La Virgen de la Montaña -jijiji-; otra, maravillosa, fue la dedicada a Nonell, Fortuny, Rico Ortega, Pradilla Ortiz, Raimundo de Madrazo, Mir, Camarasa, Meifrén, Rusiñol, Regoyos, Zuloaga… ¡woow, lo flipé!), la que ahora se exhibe, hasta septiembre, creo, es de grabados del impresentable de Picasso (el otro día le conté a mi hijo que miccioné en la puerta del museo homónimo que el genio de la fagocitación tiene en Málaga, y le dije, “te voy a explicar un par de cositas sobre el último gran pintor del siglo XIX”, como alguien lo catalogó por no haberse marchado nunca, él, el artista, de la figuración pictórica).

El último gran pintor del siglo XIX

“Las cositas”: Picasso fue nombrado director del Museo del Prado pero nunca se pasó por las oficinas, ni por Madrid, estábamos, los españoles, en guerra, y él estaba creando arte (no vino pacá por no sufrir los bombardeos). Picasso no pintó “El Guernica”, a priori, con ese título, sino con el de “Guerra”, pero aprovechó que La Legión Cóndor (pandilla hijaeputa amiga de Franco, ese golpista) bombardeó dicha localidad vizcaína para cambiarle el nombre y que así todo fuera más “personal” (también dicen que se embolsó algún dinerito por el cambio, bussines is bussines). Picasso, el comunista (que no estuvo en el Madrid asediado por los fascistas), no fue molestado por los jerarcas nazis en el París ocupado (tenía atelier y casa en la capital de Francia), ¿y qué hacía allí, retrataba a los malos, les proveía de arte robado?, jeje. Picasso, el enemigo de Franco, le presentó al dictador, junto con un arquitecto (no recuerdo si Sert, Navalón, u otro), un proyecto de “espacio total” para la plaza de toros de Las Vistillas, y el Jefe del Estado, con su voz de pito (y un solo testículo, eso decían), preguntó, “¿pero este no es comunista, qué hace ofreciéndome nada a mí?”, y la cosa no fructificó («atado y bien atado»). No iría a ver la obra de Picasso por lo expuesto anteriormente, pero como no pude robar hace mucho tiempo (cuando en La Casa De Los Caballos no había cámaras) un boceto de “El rapto de Las Sabinas” de don Pablo, voy a ir ahora a la Mercedes Calles y Carlos Ballestero, a ver si cae algo, no sé, algo.

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