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Cánover /

Conrado Gómez/

Para la mayoría de los ciudadanos las elecciones son esa pesadilla recurrente que te aborda en medio de la noche. Ellos sonríen en la pegada de carteles mientras lanzan proclamas y tú pones cara de votante medio, pensando que la democracia es el sistema menos malo para insuflarte ánimos de cara al 26J. Lo cierto es que según los últimos sondeos los resultados serían casi similares al 20D, excepto por el célebre sorpasso —término italiano para referirse a “adelantamiento”— que presumiblemente le acabará dando al PSOE la resultona coalición entre IU y Podemos, o lo que es lo mismo, la fusión de egos entre Iglesias y Garzón. ¡Qué nos gusta a los españoles adoptar un extranjerismo y usarlo hasta la saciedad! Sorpasso por aquí, sorpasso por allá. Nos da más caché. ¡Nos hace más altos, listos y guapos, oye!

Si le damos crédito a las encuestas, el PP volvería a ganar las elecciones perdiendo escaños pero aumentando el porcentaje de voto. Unidos Podemos arrebataría la segunda posición a Sánchez, que quedaría tercero, y Ciudadanos seguiría como cuarta fuerza conservando casi los mismos diputados. ¿Qué ha pasado entonces durante todo este tiempo para que fundamentalmente no haya pasado nada? Nos han entretenido con consignas y eslóganes baratos. Han acudido al corazón obviando la cabeza. Han tirado de pasión y arrinconado a la razón. No hablan de programa ni propuestas. No abordan el problema del paro juvenil, de las miles de familias que no llegan a fin de mes, o de una deuda como país que supera el 100% del PIB.

Los partidos, sabedores del hartazgo social, han puesto en marcha campañas más descafeinadas que contrarresten la saturación propagandística de estas fechas. Así, Jorge Moragas presentó la semana pasada la versión merengue del tradicional himno pepero; y Unidos Podemos un programa con un parecido más que razonable con el catálogo de Ikea. ¿Inocentes o genios? Los equipos de campaña saben cómo moldear el mensaje al momento actual que atravesamos más allá de la primera impresión.

Lo más grave del 26J es que le sucede el 27J y podemos estar exactamente igual que ahora, es decir, sin gobierno ni nada que se le parezca. Con una salvedad: la presión social no permitiría unas terceras elecciones. Este es el argumento de consolación al que nos aferramos. Menos mal que arranca la Eurocopa y ya saben ustedes que habiendo fútbol y victorias patrias lo demás se hace más llevadero.

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