mastermargarita

Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

<<… soy una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien>>, así, con una frase del genial (“figura a través de la cual el mundo puede llegar a amarnos”, dejó escrito Thomas Mann acerca del imprescindible vate alemán), digo, con una frase del genial Goethe, inicia Bulgákov su novela, “El maestro y Margarita”. Releyéndola después de quince años de hacerlo la primera vez he vuelto a subrayar lo ya subrayado, y otras cosas que entonces no vi interesantes (je, je), y es que los poetas espían a los amantes, y además, como dijo don Miguel de la Cuadra Salcedo, “allá donde vayas, uno de los nuestros habrá estado antes”. <<La gran literatura prepara para la tragedia>>, esto no lo escribió Belyi, pero yo afirmo que sí fue él.

El otro día, estando en una terracita (en la Gran Vía, donde los riquinos) de esta ciudad tan querida para mí, Cáceres La Talada, pedanía de La Casposina, mi amigo el Capitán Monobo me dijo que los Rolling (grupo al que no me había acercado en demasía hasta recientes fechas, ji, ji, ji, los veía muy obvios, y además, donde se pusieran los Kinks… ¡¡¡que se quitasen los Stones!!!) habían compuesto, Mike Jagger en concreto, “Simpatía por el diablo” después de que leyera la novela de Bulgákov; la Faithful, Marianne, se la habría pasado, y el bocabuzón, alucinado, compuso dicho himno. <<…encantado de conocerte, / espero que adivines mi nombre, / pero lo que no logras entender, / es la naturaleza de mi juego…>>.

Ron Wood le roció con queroseno y le prendió fuego, y quien le enterró fue Jagger; le enterró con la tierra negra y fértil de Emersonn

En el verano de 1977, en el pueblo de Emersonn, se celebró un concierto donde los protagonistas fueron los Rolling Stones, y en un viejo almacén, después de muchos tragos de vodka y whisky, amén de vitriolo y cicuta, quedaron los cuatro Stones, una chica llamada Clara y un tipo sin nombre pero con apodo, “El Guapo”. La chica les dijo que aquel hijodeputa la había violado cuando apenas era una niña, y sin decir una sola palabra, Charlie Watts, le propinó un puñetazo en la cara al violador, este cayó y se golpeó en la cabeza con una piedra que servía para sujetar la puerta; murió en el acto.

Keith Richards orinó (meó) sobre él, Ron Wood le roció con queroseno y le prendió fuego, y quien le enterró fue Jagger; le enterró con la tierra negra y fértil de Emersonn. Entonces apareció el diablo (nada espectacular, un poco vestido “a la antigua”, eso sí, con polainas y bombín, pero nada de volatería o machos cabríos, no; abrió la puerta, entró luz y él avanzó hacia el centro) y les preguntó qué deseaban tener o ser, tras haber salvado al mundo de un (puto) malnacido. “Queremos ser inmortales”, dijeron al unísono los cuatro (la chica no contestó, estaba en el suelo, desmayada)… y ahí siguen, los tíos jodíos, inmortales y cada vez ¿mejores? It´s only R´N´R, but I like it!!!

 

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