Mi ojito derecho /
CLORINDA POWERS

Este año tampoco me ha dado tiempo a tomarme las 12 uvas. Vamos a decir que este año tampoco me he esforzado demasiado. Yo soy más de ir a ver a San Judas Tadeo.

Aunque visto lo visto, voy a empezar a comercializar estampitas de Izquierda Unida de Extremadura, y a empapelar las calles en señal de agradecimiento por los últimos acontecimientos, sirva de ejemplo el «Nadie puede obligar a nadie a ser madre» de José Antonio Monago.

Si es que Gallardón lo ha hecho muy mal. Pero no por intentar apropiarse de la sexualidad de las mujeres, si no por hacerlo a finales de año. Todo el mundo sabe que a medida que se acerca el 31 de diciembre, uno se siente más valiente, más humano y hasta más guapo. Y es exactamente eso lo que le ha pasado a Monago, que el día 31 hizo de su discurso de fin de año un llamamiento a la cordura. “Pero qué carajo”, se dijo, el día 1 empezaría no solo un nuevo año, ¡sino una nueva vida!

Yo no he hablado con José Antonio, pero me da que lleva unos pocos días (más concretamente desde la mañana del 1 de enero) pensando «Quién me mandaría a mí». Sí, porque el efecto del 1 de enero es inversamente proporcional al del 31 de diciembre: uno se ve más cobarde, más animal y hasta más feo. Y, como ya sabéis, uno se deshace de sus propósitos de Año Nuevo con la misma celeridad que te dejas llevar por bulerías en la cena de navidad de la empresa (o del partido).

Ya lo decía Bowie: We can be heroes… just for one day (Podemos ser héroes… aunque solo sea por un día).

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