El último diente de leche
Víctor M. Jiménez

“Para curar infinitas enfermedades, aplicado en hoja verde y seca; en polvo, en humo, en cocimiento y de otras maneras”, así se describían las virtudes y propiedades medicinales de la yerba del tabaco. Contra la sarna, dolores de muelas, jaquecas, en lavados y como cicatrizante, la historia que le precede no le hace justicia. Producto agrícola no alimenticio, el tabaco en la actualidad es un potente veneno, que incluso se utiliza en múltiples insecticidas, por ejemplo fumigantes para invernaderos.

Pero ¿cómo ha pasado el tabaco de planta medicinal, a ser la apestosa de la botánica?. Pues a través de la modificación de la composición natural de la planta. Ya desde el proceso de cultivo se detectan pesticidas y sustancias radiactivas. En el proceso de manufacturado y con el fin de aumentar su poder adictivo se incluyen sustancias como el cacao, que produce mayor capacidad de absorción, llevando más cantidad de humo a los pulmones y el chocolate. Entre las 600 sustancias extras, se incluyen los alquitranes (para asfaltar carreteras), arsénico (veneno), formaldehido (conservante de órganos), polonio 210 (radioactivo) o cadmio y níquel (componentes de baterías), la verdad, una verdadera guarrería.

El objetivo de las tabaqueras es claro, garantizar su venta, pero ¿y los gobiernos? La pregunta del millón es ¿por qué se permite la manipulación de la composición química de la planta del tabaco? ¿Por qué está exento de incorporar la información obligatoria que debe figurar en cualquier producto envasado que quiera comercializarse en el mercado europeo? Yaaa, ya se, 600 ingredientes no caben en una cajetilla. Sin embargo habría que recordar que una parte destacada de la lista de ingredientes es la presencia de sustancias susceptibles de causar alergia o intolerancia.

Si en la actualidad se utiliza en la elaboración de pesticidas de origen natural, la Nicotiana Tabacum tiene ante sí un futuro prometedor. Los laboratorios internacionales investigan como rebajar el coste del reciclaje de papel, productos dentales, nuevos antibióticos, plásticos biodegradables, sustitutivos de la sangre, un tratamiento más barato de determinadas enfermedades. Nada que ver con echar humo por la boca.

Fumar es la primera causa de muerte que se puede prevenir en los países desarrollados. Las últimas encuestas reflejan que el tabaco y el cannabis son las sustancias cuyo consumo ha aumentado, sobre todo entre los jóvenes. El alcohol y el tabaco se prueban a edades muy tempranas para pasar más tarde a los hipnosedantes; sobre todo entre las mujeres, cuyo consumo está más extendido, junto al de analgésicos opioides.

No te desvanezcas en humo, si no es por ti hazlo por el planeta: una persona que fuma 20 cigarros por día durante 50 años es responsable del desperdicio de 1,4 millones de litros de agua.

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