Acaba el 2016. Un mal año. Político, social y económico. Rajoy gobierna gracias a que la mayoría de izquierdas no logró plantear una alternativa; todos tenemos nuestra porción de responsabilidad, pero la mayor parte le corresponde a un PSOE que optó por una abstención con nocturnidad y alevosía. Social, porque en Europa y EEUU la ultraderecha y el discurso xenófobo avanza. Económico, porque la crisis sigue golpeando a los más débiles, a los trabajadores, a los humildes: una anciana muriendo quemada por una vela, pues no podía pagar la luz para alumbrarse en casa, es su más gráfico y terrible ejemplo. Estamos ya cerrando las puertas de este año, pero al manos el Tribunal Europeo ha aportado una de las pocas noticias positivas de calado: los bancos deberán devolver el 100% de las cláusulas suelo, por considerar a éstas abusivas e incompatibles con los derechos de los consumidores y las leyes europeas. Esa buena noticia sirve como espejo donde se refleja la calidad de nuestros tribunales, porque esas mismas consideraciones, que las cláusulas suelo son un abuso y no son legales, ya las había formulado la Audiencia Española, pero, en un acto vergonzante de sumisión al capital, el auto judicial establecía que no se devolvería el 100% del dinero cobrado ilegalmente, pues – justificaban los jueces su decisión – entonces entraría en riesgo el sistema bancario. Tremendo: tienes razón, te han robado, pero vas a seguir así, no sea que los ladrones entren en colapso. Gracias a la tenacidad de dos personas que decidieron no aceptar el chantaje, se pudo llegar al Tribunal Europeo y se ganó. Deben devolver los robado. Los bancos, ellos, que tanto dinero le han sacado al gobierno y éste, a su vez, a nosotros, vía impuestos indirectos y recortes. Un gobierno que tampoco quiso situarse al lado de los ciudadanos porque el máximo interés de sus ministros es poder sentarse en un consejo de administración una vez que culminen su vida política. Los rayos de esperanza son esa gente que lucha, que no se rinde, que planta cara a las injusticias. Nuestros jóvenes que se movilizan por un empleo digno y derechos. Nuestros mayores que se movilizan por unas pensiones decentes. Los hombres y mujeres que de una esquina a otra del país están dispuestas a gritar ¡hasta aquí! Acabamos un mal año pero se atisba un 2017 donde tal vez decidamos comportarnos como un pueblo insumiso a las injusticias. Ojalá. En todo caso, amigos lectores, que (nos) sea un próspero año en dignidad.

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