Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Extremadura es una Comunidad pequeña. Sin demasiados aspectos que la vuelvan famosa o la mantengan en el candelero de las noticias nacionales. Afortunadamente, (y por no tener) no tiene ni inseguridad. Muchos nos preguntamos cuánto durará el actual planteamiento de las Autonomías, su tipo de financiación, su encaje en el concepto España. En este país, donde a cualquier persona se la «crucifica» si su opinión sobre algo (véase lo ocurrido a los Moranco en el asunto de Cataluña) no concuerda con la mayoritariamente bendecida por la mayoría de los que marcan el decir público, es arriesgado pronosticar posibles cambios que sin duda han de venir. El papel de las instituciones ha podido ser adecuado en un momento y dejar de serlo en otro, pasadas las circunstancias que lo aconsejaron, sin que ello sea motivo de enajenación colectiva o de herejía. Otra cosa es, que está nación de extremos necesite tener, siempre, hirviendo en la olla algún que otro chivo expiatorio para distraer su aburrimiento o focalizar sus frustraciones con la crisis. Sobre todo sí tenemos en cuenta que ya nadie se fía demasiado de los sesudos análisis de los economistas en relación a los tiempos económicos.

Han dicho tantas o más cosas que los políticos. Y como ellos, unas veces han acertado y otras no. Pero fíjense, yo soy de las que creo que la rueda no girará definitivamente si no hay nadie impulsándola. Tenían que haber escuchado, ustedes, las intervenciones de los participantes en un programa radiofónico, afirmando muy serios lo «calaveras» que son los políticos al gastar un dinero para combatir las barreras a la accesibilidad y lo mal que lo han hecho, pues (y aquí llegaban los ejemplos) pintan un lugar en el que luego alguien no discapacitado aprovecha para instalarse, o aparece un conductor que no respeta nunca las señalizaciones, con el consabido resultado pésimo para el que de verdad lo precisa. Como siempre me ocurre en estos casos no se muy bien qué decir. Me recordaba, de otros tiempos, la crítica absoluta y feroz del viandante hacia el Ayuntamiento porque este no era capaz de eliminar al MOMENTO, todas las cacas de los perros en las aceras, (o en los jardines) que los dueños de aquellos tenían a bien dejar allí, en memoria (supongo). A cualquier hora.

Si a fin de cuentas no será cierto que sólo es posible construir una ética pública desde una verdadera ética privada

Con lo que al cabo uno se pregunta si es posible desarrollar una amplia labor ciudadana sin la aquiescencia (a la hora de repartir responsabilidades y cargas), o al menos la lucidez de los convecinos. Si será posible, en algún momento, que cada quién revise lo que ofrece antes de señalar, exigiendo con el dedo, al resto de los humanos, entre cuyos componentes se encuentran también los políticos responsables. Si a fin de cuentas no será cierto que sólo es posible construir una ética pública desde una verdadera ética privada. Si nunca debiéramos reclamar seriedad a otros sin ser muy serios con nuestras cosas y compromisos, aunque estos sean meramente viales.

Pero claro, en un país en donde se fía tanto a la suerte o la lotería, es bastante lógico que pensemos que a nosotros vendrá a salvarnos un líder carismático, una estrella, un ser excelso que aparecerá para sacarnos de nuestras preocupaciones, un rey mago que llegando hasta nuestros zapatos, colocará en ellos, por la noche y mientras dormimos, todo lo necesario para nuestro bienestar. Premiando a los buenos y castigando a los malos, para que así nosotros no tengamos que afearles nada a estos últimos y perder las amistades. Y todo ello por el mero hecho de existir, sin que se nos pida ningún mérito importante, ni tan siquiera una pequeña preparación para recibir tantos bienes.

Por eso nos pasa lo que nos pasa. Creemos en los cuentos de hadas, lo que nos relatan; fingimos que todo se arreglará; que estamos en el mejor de los mundos. Cambiamos de voto y ya creemos que con ello entraremos en un lugar de ambrosía y miel…lleno de trabajo y dinero. Y cuando eso no ocurre, nos enfadamos entrando en la ruleta de la parálisis.

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