Historias de Plutón
José A. Secas

Desde que llegó la primavera el día 21 de marzo no he vuelto a escribir la que fue mi habitual y periódica columna de Avuelapluma. Me han pasado cosas vitalmente trascendentales desde entonces y sí, mi vida ha cambiado. Nadie me lo ha recordado, nadie me ha pedido explicaciones, nadie me ha echado de menos literariamente hablando y eso me ha dado un buen baño de humildad. Me he pasado muchos años pretendiendo ser alguien y vendiendo miles de motos -siete/veinticuatro- y al final he retrocedido, he decrecido, he dado marcha atrás pasando por encima de mis principios e incurriendo en otra contradicción más. Estoy encantado.

Las personas más cercanas y alguna que otra circunstancial, saben que estoy proclamando a los cuatro vientos mi actual felicidad. Siempre lo he hecho, pero ahora es más verdad y está  más justificado que nunca. Definitivamente estoy transitando uno de los periodos mejores de mi corta vida. No necesito nada más que el amor de mi prometida y de mi familia y amigos, los cuatro cuartos seguros de mi nuevo trabajo fijo y ver crecer a Plena Moon. Lo demás es absolutamente accesorio. Mi estado beatífico me acerca con armonía a mi entorno de allegados y con esto voy más que sobrado. Creo que en la clasificación de los diez tipos más felices del Mundo estoy entre los tres primeros. Casi na.

Por fin -ya era hora- he soltado lastre y he descansado de tirar de los miles de carros que debía de tirar, de los miles de carros de los que me obstinaba en tirar, de los miles de carros que se suponía que tenía que tirar y, la verdad, es que estoy muy tranquilo; tanto, que ya no escribo, ni compongo, ni solicito entrevistas de (presunto) trabajo, ni voy a saraos a ver y a dejarme ver. Ya no necesito ni la aprobación ni el dinero de los potenciales clientes y compradores de motos varias. De verdad, se vive muy bien así. Qué paz.

Cuando dejas de ponerle foco a cualquier cosa presionado por la necesidad y vuelves la espalda a lo que antes absorbía ansiosamente tu atención, las tornas se vuelven automáticamente. Es evidente que el halo y las vibraciones que nos envuelven son más poderosas que todos los planes estratégicos, las charlas de los coaches, los proyectos destilados y las lecciones aprendidas. La energía positiva se concentra en la medida que rebajas las expectativas y te quedas con la esencia y con el abecé de la vida. Es fácil sintonizar entonces con las cosas buenas y disfrutarlas.

He roto con las trayectorias, con los años de experiencia y con los procesos encadenados y proyectados a corto, medio y largo plazo. El destino me ha dado la oportunidad de empezar de cero y hacer borrón y cuenta nueva de lo que ha sido hasta ahora mi vida. Sin esfuerzo, naturalmente, fluyendo… Todo ha pasado porque tenía que ocurrir y yo estaba atento y esperando a que surgiera la oportunidad. Soy afortunado porque he sabido identificarla y mi consciencia me ha permitido atraparla, asumirla, disfrutarla…

Me doy cuenta de que no soy quien soñé con llegar a ser y que mis metas ambiciosas solo se medían en números. Cuando eso ha cambiado, las cuentas salen solas y la abundancia llama a mi puerta. No es una abundancia de contar billetes, ni mucho menos, es una abundancia de gratitud, de encuentros en calma, de luz de luna, de intereses comunes (nunca económicos o de poder) y, en definitiva, de amor. Ahora canto por la mañana cuando me ducho, cuando salgo a pasear o cuando voy al trabajo en mi vespa, atiendo a propios y a extraños con una sonrisa, no me mosqueo ni me como el coco, tolero y no guardo rencor y, la verdad, así da gusto seguir viviendo esta vida.

Voy domesticando la vanidad y aplacando el ego, no me siento amenazado por nada ni por nadie, mantengo mis ilusiones más preciadas y necesarias y dejo que sigan abriéndose puertas. La curiosidad no me ha abandonado y las oportunidades de aprender de la vida y de conocer personas maravillosas se presentan continuamente porque esa esencia valiosa de mi ser, esa avidez por crecer, está más viva que nunca.

Sé que todo lo bueno que me pasa y puedo transmitir hace feliz a quienes me quieren bien. Su amor me llega y se hace grande en mi, listo para transmitirlo transformado en las otras versiones de amor que ahora me ocupan y me surgen sin cortapisas auto-impuestas. Me siento afortunado y agradecido, que lo sepáis. Además espero, deseo, quiero y puedo devolver todo lo que recibo. Si me ves por la calle, invítame a un café o a una sin y deja que yo pague. Te aseguro un chute de energía y una historia que te provoque una sonrisa.

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2 COMENTARIOS

  1. Pues me encanta!!
    Me siento totalmente identificado con tus palabras y lo conseguí cuando te visité en tu casa en mi última etapa de mi viaje a solas.

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