MIrandoAlPasado

Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Cuando se ha vivido lo suficiente, uno puede darse cuenta de que el pasado ha cambiado. O, para ser más exactos, ha ido percibiendo cómo ha ido cambiando con el transcurso del tiempo. Puede parecer un contrasentido por cuanto suele tenerse la sensación de que el pasado es estático e intocable, como es intocable y desconocido el futuro. En ambas consideraciones solemos errar. Hemos visto películas de la Antigua Roma rodadas en los estudios de Cinecitá y lo que allí aparece nada tiene que ver con lo que nos sugieren las películas de Hollywood del tipo ‘Gladiator’. Nada que ver. El ojo que contempla el pasado lo hace desde el conocimiento, o mejor dicho, desde la creencia que tiene sobre el pasado. Y como lo que sabemos, o creemos saber sobre el pasado varía en el presente, resulta que el pasado se hace dependiente del presente. Siendo bienintencionados atribuiríamos estos cambios al mayor conocimiento que vamos adquiriendo de la historia con el paso del tiempo. Siendo malintencionados, pensaríamos que el pasado que creemos es el que interesa a quienes se ubican en el presente y para su mayor bienestar necesitan de otro pasado. Como suele decirse, “la historia está escrita por los vencedores”.

El pasado resulta así un traje hecho a la medida del presente

El pasado resulta así un traje hecho a la medida del presente. Los egiptólogos documentan que el faraón Ramsés II no tuvo escrúpulos en cambiar las estelas de sus predecesores para engrandecer la proyección de su figura hacia la historia. No fue el primero, ni el último. Los méritos se van superponiendo desacreditando las victorias del antecesor. El resultado es la existencia de una historia cambiante, acorde a los intereses de los poderes del presente. En general, debería a la mayoría de nosotros darnos lo mismo, o incluso, convenirnos en cuanto que dramatiza la historia y la hace más interesante. Aunque se pueda llegar al convencimiento de que todos ellos se desharán como figuras de arcilla bajo la lluvia del tiempo.

Si es cierto que el presente condiciona el pasado, no lo es menos que hace lo propio con el futuro. Basta ver las películas iníciales de “Un hombre en la Luna” para hacerse una idea de cómo se veía la exploración espacial a comienzos del siglo XX. Nada que ver con la percepción que se tiene ahora de ella, como podemos ver en las últimas grandes superproducciones donde hemos pasado de mirar hacia las estrellas con cierto espíritu aventurero, como superhombres capaces de llegar más lejos, a sentir que con el paso de los siglos —quizás no tanto— la única posibilidad que tenga esta raza de perpetuarse de generación en generación sea colonizar otro entorno, pues nuestra capacidad para tornar estéril la tierra fértil es infinita, mucho más que el universo que se levanta por encima de nuestras cabezas.

 

 

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