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EDUARDO VILLANUEVA

Hay algo extrañamente adictivo en “The Walking Dead” (TWD). La serie de AMC se ha convertido en la más vista de la historia de la televisión (por cable y en general, con 28 millones de espectadores en EE UU) y eso que sus guiones están muy lejos de la excelencia de “True Detective” o “Mad Men” (por citar dos series que, a mi juicio, tienen una caligrafía excelente).

Series como TWD o “Juego de Tronos” producen esa curiosa adicción, pese a que el nivel de calidad de sus episodios fluctúa más que la prima de riesgo griega. Está claro que su diseño de producción es impecable y que los denominados ‘cliffhangers’ al final de (casi) cada episodio provocan en el espectador el efecto deseado: que tengas que ver el siguiente capítulo.

Así, sucede que aunque TWD sea una serie zombi, en el sentido más amplio de la palabra, porque uno no sabe si los guionistas ejecutan la acción dándole vueltas a la cabeza o si la narración va a la deriva en una especie de devenir nihilista, muy acorde con el escenario de la trama: no hay esperanza; todo está perdido.

En cualquier caso, TWD sigue resultando efectiva (y efectista) y todavía aguanta el tirón en su quinta temporada. Habrá que esperar para saber si la serie no termina en coma profundo, como le ha pasado a otros productos de la televisión reciente; véase “Dexter” o “True Blood”; cuyo devenir fue un disgusto para la mayoría de sus espectadores.

Por cierto, no está de más señalar otras series (con) zombies, si te pone este subgénero del terror y no te satisface solo el show de AMC. A saber: “Z Nation” una producción de estilo serie B que emite SyFy; diversión sin complejos, sin arrastrar la carga psicológica y trascendental que tanto le gusta últimamente a TWD. “Dead Set” una miniserie británica de 2008, que nos descubre al creador de la perturbadora “Black Mirror”, Charlie Brooker. “High School of the dead” (el título ya es una declaración de intenciones), para los amantes del ‘Yaoi’, una vertiente del cómic y anime japonés. “Helix”, una serie con humanos infectados con un virus letal que los convierte en seres ultraviolentos; todo ello en una base del Ártico donde se realizan experimentos genéticos…

Aparte de estas ‘recomendaciones’, siempre se puede recuperar las películas de George A. Romero o bucear aun más en los clásicos de este subgénero y quedar deslumbrado por “Yo anduve con un zombi” de Tourneur o por “La legión de los hombres sin alma” con Bela Lugosi. En glorioso blanco y negro y sin una gota de sangre en todo su metraje.

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