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Historias de Plutón /
José A. Secas

Mi primo Ricardo, peluquero nambarguan de Cáceres, defiende la teoría de que el estilo y el buen (o mal) aspecto de las personas se condensa y se refleja en los dos puntos más distantes del cuerpo humano: la cabeza y los pies. Calzar unos zapatos de calidad, con lustre y bien cuidados, a la par que se luce un corte de pelo ejecutado con maestría y apropiado a la fisonomía facial, es suficiente para proyectar una imagen favorecedora que permite dejar en un segundo plano (desde el cuello a los tobillos) todas las extravagancias en el vestir, combinaciones audaces y saltos y menosprecios de la moda establecida. Definitivamente jamás podrás resultar una persona elegante si llevas sucios los zapatos y el cabello descuidado.

Aparte de saber escoger ese corte favorecedor que realza tus facciones y rasgos agradables y disimula o corrige los defectos de tu perfil (o de tu frente); cosa fundamental e imprescindible es la materia prima: el cabello. Aquí es la naturaleza y la herencia genética la que nos permite exhibir desde una melena de anuncio de Revlon, hasta tener que disimular ese pelucho ralo, escaso o apagado bajo una gorra (sombrero o gorro; según el ala) o una peluca. La escala es enorme; tan amplia como personas hay en el mundo. Así, encontramos todas las gamas de color (de albinos o canos a morenos y negros zaíno), de rizo (de lacio de la punta a la raíz hasta rizado tipo muelle de bolígrafo, pasado por el ondulado natural; que no de rulo), de cantidad de grasa incorporada (desde estropajo hasta baboso) y con otras características menos visibles pero no menos importantes como la elasticidad o la resistencia.

Y es por ambas cosas: por la enorme importancia en el aspecto general de la persona y por su variedad, por lo que el pelo en sí y su tratamiento trasciende y se convierte en objeto valioso o de deseo, en lienzo, en reflejo, en destino, en aspiración, en respuesta o en evidencia. Por todo ello, y por la condición humana de desear lo que no se tiene y de querer ser lo que no se es (las rubias quieren ser morenas, las canas se vuelven rosadas y azuladas, las rizadas se planchan para ser lisas y las de pelo largo, se lo cortan); es por lo que encontramos peluquerías en cada esquina de cada calle de cada barrio, triunfan los grandes peluqueros (como mi primo), hay anuncios (y consumo) de tintes, champús, tratamientos capilares y otros potingues y aditamentos (lacas, extensiones y crece pelo, entre otras), y es por lo que se abren (y triunfan) negocios tan atrevidos como “Pein Arte Quality Low Cost Badajoz” en la calle Menacho que, por lo visto, lo está petando. Eso si, rapidito, rapidito que hay cola. Lo mejor es que crece y puedes seguir experimentando (me refiero al pelo; bueno, a la cola también).

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