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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

El fútbol puede servir para promocionar y extender un conjunto de valores y normas de utilidad para la sociedad: la deportividad, especialmente en la aceptación de la derrota o la celebración de la victoria; la inicial igualdad de oportunidades; la valoración del esfuerzo propio; la alegría del juego… Sin embargo, desde su conversión en un espectáculo mediático para masas donde todos somos meros espectadores y en el que prima el negocio frente al concepto de deporte, el fútbol solo ofrece malos ejemplos: la competitividad más extrema; el insulto y la agresión frente al contrario; la violencia; las más abyectas formas de celebrar la victoria y, últimamente, la apología del robo y la evasión de impuestos.

¿Duro? Cuando miles de personas jalean a posibles defraudadores y defienden su derecho a no contribuir al sostenimiento de la sociedad, solo podemos calificar esa actitud como apología del robo.

Si mañana aparece una noticia de un alcalde que lleva su dinero a paraísos fiscales sin declararlo, todos saldríamos en tromba a exigir su cabeza en bandeja de plata. Si el caso afectase, pongamos como ejemplo, a un tal Ronaldo o un tal Messi, entonces algunos girarían la cabeza para silbar alguna canción y los más dirían “¡hace bien!”. Si es el héroe del club del fútbol puede robar, agredir o matar que aquí no pasa nada. ¿Exagero? No hace mucho un estadio se llenó de pancartas llamando zorra a una mujer que había denunciado a un futbolista por agresión machista. La víctima injuriada. Violencia machista.

Peor resulta todavía que el Estado extienda un manto de impunidad frente a estos comportamientos. No solo con un Presidente del Gobierno que cuando le preguntan por el affaire Ronaldo contesta que “no es asunto mío” sino con leyes que ayudan a pagar poco y contribuir menos (y parece que con eso no es suficiente, vista la ingeniería fiscal para evasiones que se montan). Ahí tenemos la mal llamada Ley Beckham que hasta hace unos años permitía a los jugadores pagar un 5% de sus ganancias en publicidad (en Francia es el 45%) y digo mal llamada Ley Beckham porque parece que cayó del cielo por obra y gracia del mediático exjugador cuando fue dictada por Zapatero. Las leyes tienen perpetradores y hay que decir sus nombres.

En resumen: que si ustedes quieren ahorrar en Hacienda lo mejor es fundar una religión (nada como una Iglesia para vivir en los márgenes fiscales) o un club de fútbol.

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